Veintiuno vuelven a Madrid para ofrecer dos días consecutivos de música en la sala El Sótano.
Después de que las entradas para el concierto del viernes 19 de febrero se agotaran en un tiempo récord, los chicos de Veintiuno ofrecieron un segundo directo al día siguiente con el mismo éxito de audiencia que el primero. Y es que el indiscutible talento de los toledanos atrae la atención de todo aquél que escucha sus composiciones.
Tuvimos el privilegio de asistir a la primera noche de este fin de semana de música. En esta ocasión Bittersweet eran los encargados de abrir el concierto. Los sevillanos, que acaban de publicar recientemente su segundo EP titulado Ribadeo, saltaron al escenario y comenzaron a caldear la noche tocando Cubo Azul. Los músicos intercalaron canciones de Ribadeo con temas de su anterior EP Extranjeros. El juego de guitarras, el estupendo manejo del teclado y el admirable trabajo de percusión mezclado con las voces de Álex y Fran convierten el directo de Bittersweet en una experiencia musical muy recomendable.
Clávatelo en el pecho, primer single de su último trabajo, sonó con contundencia y su ritmo hipnótico hacía que el ánimo de la sala fuera en aumento. Los temas se sucedían a través de una cuidada ejecución. Dentro de esa sucesión de composiciones el grupo interpretó El Puerto y una envolvente atmósfera de melancolía nos rodeó durante unos minutos. Posteriormente nuestros oídos cayeron rendidos ante la poética interpretación de La Torre. En la parte final de la actuación la melodía de III Guerra Mundial invitaba a bailar a los presentes y la despedida definitiva llegaba con los trepidantes acordes de Van a pisarte sonando con fuerza.
Sin duda, esta banda sevillana ofrece un espectáculo musical que abre la puerta a nuevos horizontes sonoros y nos permite adentrarnos en un universo que merece la pena descubrir.
Era el turno de Diego, Pepe, Álvaro y Yago. Los toledanos salían sonrientes a escena y unos instantes después comenzaba a sonar Sublime. Desde el principio los músicos se mostraron exultantes y la complicidad, las ganas y la felicidad se palpaban en el ambiente.
Con la sala a rebosar sonaron Pulmones, Antorcha Humana, Prohibido prohibir y Nuestro incendio favorito. Álvaro rasgaba la guitarra con garra, Diego no paraba ni un segundo siguiendo el compás de las canciones, Yago se paseaba con soltura entre las cuerdas del bajo y Pepe golpeaba la batería sin descanso mostrando con cada golpe el camino a seguir. De esta manera, la energía fluía desde el escenario y se expandía por todo el recinto. Y es que la música corre por las venas de este cuarteto y su entrega sobre las tablas es total.
Llegó el momento de observar el paisaje sonoro a través de la letra de Apagón que fue interpretada con pasión. Los chicos de Veintiuno se divertían y el público disfrutaba con ellos. La intensidad de la actuación se mantenía intacta y los versos de El gran desempate comenzaban a danzar a nuestro alrededor. Diego presentó entonces el siguiente tema. “Es nuestra canción favorita”, comentó. Tras esta introducción el grupo empezó a tocar Todos los caminos incorrectos y la emoción invadió cada nota.
El recorrido musical continuó con el sonido de Planes de fuga y a continuación la sensualidad de Huesos y deseo nos seducía y conseguía dejarnos sin respiración. Poco después el coreado estribillo de Cardiografía anunciaba que el final del show se aproximaba.
Para terminar, Veintiuno nos deleitaba con la interpretación de Los santos imprudentes. Esta composición, que será el segundo sencillo de Nada parecido, desató la admiración de una audiencia embelesada. Como colofón, las estrofas de Llama y gasolina subieron la temperatura del lugar y pusieron punto y final a una memorable velada musical.
Podemos decir que este fue el primer asalto de un fin de semana en el que Madrid se llenó de música y en el que Veintiuno conquistó con canciones el corazón de la capital.