Esta semana llega a nuestras manos otro de los filmes del característico director japonés Hirokazu Kore-eda. De nuevo, una inversión en el tema de la familia, los lazos de sangre y, sobre todo, la fortaleza femenina desde el punto de vista de la sociedad oriental, que recuerda en muchos momentos a la bella De tal padre, tal hijo. Aunque recurrente en esta temática, el director consigue reflejar los valores personales y la diferencia generacional, sin caer en los tópicos de siempre. Nuestra hermana pequeña se convierte así en un espejo al que mirar bajo la sencillez del amor fraternal.
Tres hermanas reciben la llamada de que su padre, alejado de ellas desde hace 13 años, ha muerto. Allí conocerán al fruto de la relación que terminó con su familia: una hermana de 15 años a la que permitirán entrar dentro de su núcleo familiar. De este modo, comienza la historia de estas cuatro jóvenes, sus pasiones, sus mundos y, sobre todo, sus miedos.
Un relato íntimo y natural que transporta dentro de los fotogramas, donde uno comienza a formar parte de todo lo que pasa. Tan simple en algunos puntos que pierde la fuerza. No parece encontrar ningún punto de conflicto dentro de la historia, sino que salta directamente del inicio al desenlace. Una narración menor de Kore-eda que no termina de llegar pero que embauca y embelesa a partes iguales, gracias a su poesía narrativa que, dentro del drama, nunca llega a resultar ni cursi ni buscar la lágrima fácil.
De hecho, el estilo tan marcado del director japonés se observa en las escenas de larga duración que recuerdan más al estilo teatral que al cinematográfico y que, al mismo tiempo, cargan el filme de una lentitud mayor. En esta línea, el color de los fotogramas ayuda a enmarcar la historia jugando con las tonalidades: los fríos y apagados, para una narrativa general de la ciudad y elementos exteriores, y con puntos calientes de color, sobre todo en detalles de las hermanas y en la casa. Un estilo que acerca a la intimidad y que recuerda, en muchos momentos, a las fotografías familiares antiguas. Y que por ello consigue esa alta capacidad de empatía.
Todo ello envuelto en una actuación coral, donde se presentan personajes con caracteres muy distintos pero, al mismo tiempo, complementarios. Entre ellas, cabe destacar la actuación de la actriz Haruka Ayase, en el papel de la hermana mayor y, al mismo tiempo, pilar principal del resto de hermanas. Al igual que su papel, consigue ser el personaje que más mantiene la atmósfera de la película. También acentuar la aparición estrella del magnífico Rirî Furankî (Boys on the run, De tal padre, tal hijo, Bakuman).
En consecuencia, se consigue un producto final lento y reflexivo que destila belleza por todas partes. Como un cuadro costumbrista de la tradicional familia japonesa que se encuentra con elementos fuera de lo normal. Un lazo que, al igual que todas las películas de Kore-eda, se encuentra unido por la capacidad del amor. Un sentimiento tal capaz de traspasar mentalidades, tradiciones y, lo más importante, traiciones.