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Hollywood, tú antes molabas

Hace alrededor de 40 años, Hollywood era considerado la meca del cine. Ese especie de terreno inalcanzable donde los sueños de cualquier joven artista podían hacerse realidad. Un escenario donde se codeaban estrellas de la talla de Marilyn Monroe, Audrey Hepburn, Paul Newman, Cary Grant, Chaplin e Hitchcock.  Donde actores, actrices, directores, guionistas y grandes producciones caminaban cada día entre las bambalinas de un mundo que parecía ficción. Casi de película.

A día de hoy nos encontramos ante un papel que ya no encuentra ningún hueco nuevo sobre el que dibujar. La serie de remakes, segundas (¡y terceras!) partes de películas de mediano éxito y el lavado de cara de los clásicos más reconocidos son lo que ahora llena nuestras carteleras. Una serie de repeticiones que nos llevan a plantearnos la pregunta: ¿qué está ocurriendo con Hollywood? ¿Se ha quedado sin ideas o realmente está siguiendo el “camino fácil” porque sabe lo que funciona?

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A día de hoy, podemos afirmar alto y claro que no existe una gran creatividad dentro de lo que se considera propiamente Hollywood. Al igual que ocurre en muchos otros sectores, la fuga de cerebros hacia nuevos campos mucho más accesibles y con mayores ayudas, han hecho que el espacio que antes ocupaba la creatividad y la innovación, se haya quedado vacío de poder. Un hueco cuyo eco es cada vez mayor y que resuena la propia pérdida de la identidad.

Hay que tener en cuenta que ante todo no se está hablando de si las películas de Hollywood ahora son malas. De hecho, seguimos contando con grandes figuras como Steven Spielberg, Martin Scorsese y Christopher Nolan (entre muchos) que regresan esa febril idea de los años dorados de Hollywood. Siguen siendo directores con personalidad propia y que abarcan proyectos de la talla “hollywoodiense”, con un mercado mayor de espectadores. El punto no está en una cuestión de calidad, sino de modo de enfrentar los proyectos. En que, de un tiempo a esta parte, parece que la originalidad en las historias ha desaparecido y que solo se puede tirar de un éxito rotundo de los 90. En que las precisiones por asegurar “lo que gusta” premia antes que arriesgarse a contar algo que realmente toque. En que los superhéroes, el memorándum de nuestra infancia y las versiones de libros están bien, pero llega un punto en el que el se necesita algo más.

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¿Y qué ocurre cuando una persona no encuentra lo que quiere? Sale a buscarlo fuera. Aquí entra en juego la industria independiente, que durante los últimos diez años ha ido ganando adeptos. Incluso se ha hecho un pequeño hueco en los premios más famosos del cine: Los Oscars. El cine alternativo ha llenado ese nicho de mercado que la gran industria parece haber abandonado: nuevas ideas, historias diferentes y planteamientos que renuevan la imagen que hasta ahora se tenía del cine. De hecho, las películas más “originales” vienen de los que se conocen como películas de autor; de aquellos directores reconocidos que, aunque dentro de la industria, siguen sus propias reglas y se alejan del camino marcado. Woody Allen, Quentin Tarantino, Wes Anderson o Alejandro Iñárritu son algunos de los ejemplos que están cambiando el panorama de un tiempo a esta parte.

Se observa como arriesgan en todos los sentidos con proyectos que pueden ir desde una inversión muy grande a una mucho más pequeña.Los números dejan de importar; solo importa el objetivo final del filme: contar algo. Esa trama con la que la persona se pueda interesar, impresionar, emocionar o identificar. Cualquier emoción del abanico es válida. Lo importante es que ahí reside la clave: tiene que remover algo dentro del que lo está viendo.

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Es un hecho evidente y visible que ahora la demanda de este tipo de proyectos es aún mayor y que los nombres cada vez suenan más en el imaginario colectivo. La alta saturación de ideas repetidas unida a los costes de producción de las películas (mucho más altas en América que en Europa, por ejemplo) han supuesto una menor inversión en proyectos que no tengan asegurados un mínimo de éxito. En esta línea, también han sido muchos los actores que se han «emigrado». Dentro de estas nuevas historias, se les ha permitido ahondar en nuevas facetas y redescubrirse a sí mismos, frente al constante estereotipo con el que vivían antes. Y, este último caso es uno de los más frecuentes.

Lo que sí está claro es que hay un vacío completo de ideas, que ha mermado en una constante publicación de títulos sin alma propia, por el simple objetivo de ganar dinero. Quizá se debería hacer más caso a aquel personaje de The Holiday, el guionista anciano que rememoraba aquellos tiempos en los que se estrenaba una película al mes. Ahora, con tanto blockbuster y la búsqueda de “publicar por publicar” sin pensar, nos estamos volviendo locos y descuidados. Incluido el cine.

Porque sí, Hollywood. Siento mucho decirte esto pero: tú antes molabas.

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