A estas alturas, decir que El Principito es el libro francés más leído y traducido de todos los tiempos no es mucha sorpresa, aunque nunca dejará de parecernos maravilloso y sorprendente a la vez que sea un éxito y tenga tanta trascendencia mediática una obra que va en contra del culto al trabajo, la mecanización y sistematización de la vida.
Desde pequeños, abrir una página de El Principito significaba sumergirse en una aventura nueva una y otra vez. Es un libro que parece no tener un final, pues la edad y las experiencias de la vida hacen que cuando volvemos una y otra vez a sus páginas estemos expuestos a encontrar en ellas otros significados diferentes de la historia, de su protagonista y de la vida. Antoine de Saint-Exupéry, basándose en sus propias experiencias como aviador en la IIª Guerra Mundial, nos dejó en 1943 esta obra imperecedera que sigue dejando huella entre generaciones completas de lectores, entre los que se cuentan el director de la cinta Mark Osborne (Kung Fu Panda) y su guionista Irena Brignull (The Boxtrolls). Esta huella se aprecia en el recuerdo especial que ambos tienen de la obra y que han sabido transmitir de manera magistral en esta adaptación/reinterpretación del libro.
La película gira alrededor de la amistad entre una Niña a la que su exigente madre está preparando para vivir en el mundo de los adultos y su vecino, un anciano Aviador, bondadoso y excéntrico que revela a su nueva amiga un mundo extraordinario donde todo es posible. Un mundo que él conoció hace mucho tiempo gracias al Principito. Ahí es donde empieza el viaje mágico y emocional de la Niña al universo del Principito.
Llegados a este punto, habría que aclarar que la película de Mark Osborne no es exactamente una adaptación del libro de forma literal. Más bien reinterpreta el libro de Saint-Exupéry cogiendo su magia para revestirlo de obra contemporánea, pero su mensaje sigue igual de vigente, y, dicho sea de paso, es un precioso homenaje. La verdad es que esto es más interesante que una adaptación en sí, sea cual sea el resultado final, pues le otorga un añadido creativo. Además, visualmente la película gana con esto, teniendo una animación 3D para la historia de la niña protagonista (el mundo real) y luego un stop motion clásico y lleno de belleza para recrear literalmente los pasajes propiamente del libro (el mundo imaginario).
Uno de los mayores logros lo encontramos en la fantástica banda sonora, compuesta por Richard Harvey y Hans Zimmer. Se adorna con la preciosa voz de la cantante francesa Camille, quien ya cantó para la película Ratatouille. En conjunto es una realización musical preciosa que fácilmente se vislumbra como uno de los mejores scores del año y que conjuga cada pieza con las bellas imágenes a la perfección.
La cinta es sin duda una crítica a una sociedad que ha dejado de imaginar, que vive encasillada bajo parámetros de comportamiento que no llenan de todo el espíritu y que dejan a la deriva la verdadera felicidad. Una crítica a la incapacidad de los niños de ser niños y sobre cómo los adultos también determinan la pérdida de la inocencia de la infancia en los más pequeños.
La película además es una muestra de la capacidad conceptual, fuerza y relevancia que tienen las historias que aparentemente son sólo para los más pequeños, porque más allá de un formato, éstas cargan consigo un trabajo reflexivo y simbólico muy importante, que hace que la sencillez de la narración y de los personajes mismos genere empatía, identificación y reflexión tanto en los pequeños como en los adultos. Con esto, y al igual que el libro, se erige como esa buena mezcla de continente en apariencia para niños con contenido realmente para adultos.
Ésta nueva versión de El Principito probablemente sea de esas cintas que divida al público entre los que la adoran (entre los que nos contamos) y los que no, pero no cabe duda que quien la disfrute verá en ella un encanto especial. Por sacarle un pero, sus dos primeros actos están a gran nivel, muy inspirados, pero en el tercero decae un poco; igualmente no perjudica demasiado a la película porque la historia que subyace está bien hilada y bien narrada, aunque para los más exigentes pueda dejar esa leve sensación de que podría haber sido una película de sobresaliente y se queda en un notable alto, muy alto (y que no está nada mal).
Y en este sentido queremos recalcar el maravilloso trabajo que han logrado al llevar a la pantalla grande este clásico, tanto su director, Mark Osborne, como la guionista, Irena Brignull, realizando una labor extraordinaria y digna de admiración y reconocimiento. Capturar en una película la esencia de este libro y su historia nos parecía realmente improbable e imposible y han demostrado con creces que cuando se hacen las cosas con cariño y respeto, salen obras tan bellas como esta cinta.
Mark Osborne demuestra que El Principito sigue conquistando corazones a su paso. Enseñando a niños a ver lo invisible y recordando a los mayores lo que ya han olvidado.
Después de varios desbarajustes en la distribución, por fin se va a poder estrenar la película en la gran pantalla y disfrutar de una obra que tiene en consideración cualquier detalle. Una película que, incluso desde sus títulos de crédito, que van de abajo hacia arriba, nos dan un toque de atención para recordarnos que lo importante no es el suelo o como dirían los «adultos» mantener los pies en la tierra, lo importante son las estrellas.
Sólo nos queda animaros a que vayáis al cine, la disfrutéis y sobre todo, ¡recordéis!.
Un artículo maravilloso para recordarnos lo que nunca debimos olvidar. Enhorabuena
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