Cuando admiras profundamente a un grupo se produce una especie de Síndrome de Estocolmo, en el que la fascinación que te producen eclipsa por momentos la realidad. Somos muchos los que vivimos nuestra adolescencia, al ritmo que marcaba esa banda de estética gótica y sonoridades fantasmagóricas llamada The Cure.
Éramos muchos también, los que esperábamos este concierto con el temor subyacente de comprobar que quizás cualquier tiempo pasado fue mejor. 16.500 personas llenaban el Palacio de Deportes de Madrid. Mucho fan, mucho público maduro y sobre todo mucha expectación por ver a una de las bandas icónicas de la década de los 80.
Calentando el ambiente, llegan los escoceses The Twilight Sad. Sin duda una estupenda agrupación con claras influencias de Joy Division y el mas ácido post punk, que actuaron en un impecable directo como teloneros. Se apagan las luces. Gritos, silbidos y muchos nervios. Nos recorre por la piel, la sensación de que viviremos un concierto de esos que el tiempo no olvida, mientras suenan ya los primeros acordes instrumentales de Open.
Con una escenografía sencilla y evitando alardeos y pretensiones, construyen ese personalísimo mundo suyo, a medio camino entre lo real y la ensoñación que llevan tejiendo desde décadas. Dentro del recinto nos esperan cuarenta años de historia musical.

Foto Live Nation
El concierto comienza frío, con Robert Smith buscando un hueco donde poder sentirse cómodo y desplegar su grandeza. Open, High o A Night Like This, resultaron terriblemente gélidas y desconcertantes. Todo cambió cuando sonó el cuarto tema, Push y comenzó sin retorno posible la entrega total de la banda, rozando las emociones de un público que deseaba ser musicalmente raptado.
Suenan clásicos como Pictures of you, del maravilloso álbum Desintegration o Kioto song, The caterpillar y Lovesong, hermosas joyas sonoras, llenas de esa enigmática sensibilidad que les caracteriza. Temas que se van encadenando uno tras otro y que nos sumergen en la parte más gótica y oscura de su sonido, envolviéndonos en una nebulosa de sueños y misterios de la que no queremos despertar.

Foto Live Nation
Son grandes, muy muy grandes y cualquier variación musical sobre sus temas se convierte en un trazo perfecto, en una pincelada en el aire, con la que dibujan sin más esa belleza que sólo está al alcance los genios.
Con 57 inviernos vividos, Robert Smith conserva impoluta toda la belleza de su voz y la sutil elegancia de sus movimientos. De negro riguroso, labios rojo carmín y pelo encrespado, ladea su cabeza mirando al infinito. Y mientras, como si fuera un eterno adolescente, juguetea con sus manos en un movimiento etéreo que parece deshacerse entre las sombras. No puedes creer que ahí estén, pero si, ahí los tienes a escasos metros. Y en esa pequeña distancia que nos separa, con cada tema que interpretan, nos arrastran de modo hipnótico para quedar irremediablemente atrapados en su hermoso universo sonoro.

Foto Live Nation
Con End se cierra el concierto o al menos es lo que creíamos que sucedería después de noventa minutos de música ininterrumpida. Comienzan los bises y sin saberlo también otro concierto. Ahora viene el Show en mayúsculas. Envuelto en papel de regalo se destapa la sorpresa y desfilan todos los grandes temas de su discografía, encadenados durante otra hora y media.
La primera tanda de bises comienza con una canción nueva, It can never be the same, dedicada a su madre fallecida. Play for today, A forest, Shake Dog Shake, Fascination street, Never enough y Wrong number, sólo hacen que agrandar la leyenda.

Foto: Sonia García
Y cuando piensas que ya es imposible superar tanta belleza, una inmensa telaraña se proyecta sobre el escenario y suenan los primeros acordes de la siniestra nana de Lullaby. Y ahí está Robert, sinuoso, sensual, y mágico, disfrutando y entregado, fundido en una maravillosa simbiosis con el público. En esa línea que con maestría maneja, entre la timidez y la contención, nos lleva a su personal mundo y ya no nos permite volver al nuestro.
Simon Gallup totalmente encorvado y con el bajo apoyado en las rodillas, no deja de recorrer de un lado a otro el escenario junto al genio Reeves Gabrels, que hace de cada pulso en la guitarra arte, engrandeciendo más si aún es posible el sonido de la banda. Suenan Friday I’m in love y Boys don’t cry y no podemos evitar cierto orgullo de de haber vivido esos temas en los ochenta y disfrutarlos ahora en pleno siglo XXI. El paso del tiempo sólo ha servido para colocarlos en un pedestal aún más alto y más brillante.

Foto: Sonia García
Roger O´Donnell que se había mantenido hierático durante todo el concierto tras el sintetizador, esboza una sonrisa y saluda al público y junto a Jason Cooper dan forma a esta maravillosa banda, que se ha instalado en la perfección musical resistiéndose a abandonarla. Con el corazón entregado, el público se reverencia a sus pies sin réplica alguna.
Y así, con la emoción que sentimos tatuada para siempre en nuestra memoria, Robert es el último en abandonar el escenario. Exhausto y sin casi aliento para poder hablar, no para de expresar las gracias y de lanzar besos al público, despidiéndose con un deseo “see you son«.
A pesar de llevar ocho años sin publicar un disco y más de veinte sin sacar uno realmente maestro, nadie puede dudar de que hemos compartido, tres increíbles horas con un pedazo de la historia de la música. Como sucede también en otras artes, lo único realmente importante es la emoción que nos producen, el disfrute, y sobre todo la inquietante y maravillosa capacidad que tienen de trascender el espacio y el tiempo presente.
A sus pies The Cure. Gracias, gracias, gracias. See you soon …

Foto Sonia García
Setlist del concierto de The Cure, Madrid 20 noviembre del 2016
Open
High
A Night Like This
Push
In Between Days
Pictures of You
Kyoto Song
The Blood
The Caterpillar
Lovesong
Just Like Heaven
The Last Day of Summer
The Hungry Ghost
From the Edge of the Deep Green Sea
One Hundred Years
End
It Can Never Be the Same
Burn
Play for Today
A Forest
Shake Dog Shake
Three Imaginary Boys
Fascination Street
Never Enough
Wrong Number
Lullaby
The Walk
Friday I’m in Love
Boys don’t cry
Close to me
Why can’t I be you?