Para hacer de este relato un relato sonoro, dale al play antes de empezar a leer:
Lo más bonito de intentar definir algo indefinible, es que uno termina escribiendo a corazón abierto.
Noviembre es un invierno revestido de colores. El número once de una constante. Demasiado largo, demasiado débil, demasiado duro. Demasiado sobrio.
Es ese día de la semana que parece tan largo como los siete días que la componen. Un miércoles de 365 horas y ningún fin. Los segundos se convierten en periodos de día bisiesto, de una mañana soleada perfecta para convertirse en aventureros con mirada en las nubes. La noche más estrellada de todas las que jamás haya podido haber.
Noviembre un punto y coma. El borde de un abismo inconmensurable de indecisiones que nadie es capaz de interpretar. La amplitud del desconocimiento del futuro. Un adelanto de lo que, se sabe, será el final de la partida más larga de tu vida.
La noche eterna existente entre vacíos que nadie quiere, pero al mismo tiempo muchos desean. El génesis de algo ese «algo» que se espera y, al mismo tiempo, el punto y final de lo que otros varios están intentando olvidar.
Noviembre es frío en los huesos, como pequeñas hormiguitas de acero recorriendo cada una de tus extremidades, pasito a pasito en breves cosquilleos que atormentan. Como esos nervios a flor de piel con la primera sonrisa. La química de unas manos que se besan y unos labios que se acarician. También del primer orgasmo y las ganas de ser. De no saber nada y al mismo tiempo ser creyente de todo, a ojos vista. El ‘dónde’ deja de tomar importancia y el ‘cómo’ se convierte en preferente, antes que la guillotina del ‘por qué’ se empale en conversaciones vacías de sentido. Las sonrisas que se borran al mismo tiempo que los cuerpos se resquebrajan.
Cuando es demasiado tarde para un principio y demasiado pronto para los finales. Es precipicio: un vacío inmensurable, inerte, incoloro, insípido; imposible de evitar. Noviembre es nada. Y al mismo tiempo lo es todo. Vida y muerte. Encuentros y despedidas. Esa estrella brillante al final del cielo que resulta inalcanzable y que termina siendo un pequeño «cometa» que se pierde en el espacio tiempo. Con pequeños resuellos, directo al infinito.
Noviembre es recuerdo. También es vida, aunque en panorámico. Por algo noviembre se escribe con ‘m’ de Melancolía.
Me recuerda muchísimo a los relatos de Joan Didion
Me gustaLe gusta a 1 persona
Joan Didion es demasiado… y ojalá estar algún día a su nivel. ¡Pero muchísimas gracias por el super halago! 😀
Me gustaMe gusta
Me encanta esta sección!!! muy buen relato 🙂
Me gustaLe gusta a 1 persona
¡Muchas gracias! Espero que los próximos relatos que saquemos te gusten tanto 🙂
Me gustaMe gusta