Si no lo conoces, es que probablemente llevas viviendo en una cueva toda tu vida. Hablamos del mismísimo padre de uno de los géneros actuales, cuya marca lleva a fuego en su nombre casi sin quererlo. ¿Desde cuándo los genios necesitan carta de presentación?
Sus andanzas comienzan con la puerta grande en su primer largometraje, Los duelistas (1977), catalogada como “Mejor Ópera Prima” en Cannes, adapta la novela del mismo nombre escrita por Joseph Conrad. En ella se establecen las primeras premisas de Ridley: la ambientación y los efectos sensoriales se convierten en protagonistas directos de la historia. Así se secundará en su segundo trabajo y que lo catapultará al cielo de los “directores de culto”, donde Kubrick, Coppola y Hitchcock juegan a ser dios.
No podíamos hablar que de uno de los títulos que se contempla en los clásicos de obligado visionado para cualquiera: Alien, el octavo pasajero (1979). La película que ha servido de ejemplo a otros títulos del género fantástico y que en su momento supuso una innovación en términos de guión y efectos especiales. Sin duda alguna un ejemplo de pandemia de fanatismo que inundó a toda al mundo entero.
Y con muy merecidas razones, ya que estamos hablando de, nada y nada menos, que la madre de lo que hoy conocemos como pelis sobre extraterrestres. Y sobre el terror de persecuciones. Qué demonios, solo queda decir que es casi madre de todo. Por si esto no fuera suficiente, cabe recordar a la maravillosa Sigourney Weaver como la protagonista Ellen Ripley, introduciendo por primera vez una figura feminista en la ciencia ficción.
No tardaría mucho en volver a las andadas con otro título que se mantiene inherente en el imaginario colectivo. En el año 1982, Ridley Scott saca a la luz, Blade Runner basada en la novela de Philick K. Dick, ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Precursora del cyberpunk, el título no recibió muy buena acogida a pesar de sus dos nominaciones a los Premios Oscar. Sin embargo, esta distopía sobre inteligencia artificial se ha convertido en todo un ejemplo para las contemporáneas. Volviendo a dejar huella, Ridley.
Tras otros muchos filmes entre medias (Legend, La sombra del destino) el genio vuelve a cumplir los deseos de su público. No solo eso sino que vuelve a tomar la figura de la mujer como icono del movimiento feminista con las protagonistas de Thelma y Louise (1991). Geena Davis y Susan Sarandon hacen el papel de dos mujeres que, hartas del machismo que las rodea, deciden romper con esa situación. Y ya puestos, con la pana también. Con una mezcla de géneros entre una road movie y buddy movie, el mérito recae sobre lo valiente e icónico de su guión: dos mujeres que luchan ante las injusticias.
Otro de sus grandes éxitos llega con el cambio de milenio, en un título que se aleja más de lo que hasta entonces había hecho. Cansado de crear, decide revivir el casi extinto género histórico de batallones con Gladiator. Una película de carácter épico que le dio la friolera del premio de la Academia a ‘Mejor Película’ y ‘Mejor Actor’ para Russell Crowe. Una joya que consiguió admirar al público tanto apasionado por la temática como no. Le precede, un año más tarde, Hannibal¸ protagonizada por el peso pesado de Anthony Hopkins, una secuela muy digna del ya admirado y psicópata protagonista de El Silencio de los Corderos.
Aquí no para la cosa, porque el que es un “jabato” como director, lo es y punto. American Gangster, Red de Mentiras o Prometheus (precuela de Alien) son algunos de los muchos filmes que ha dirigido hasta la actualidad. Alrededor de 25 películas propiamente dirigidas por su batuta real y donde el éxito ha estado asegurado. Porque todo lo que toca Ridley Scott se convierte en oro. Eso o que quizá estamos ante un director de esos que saben bien lo que se hacen: materializar lo que parece imposible y convertirlo en algo trasversal, casi cotidiano. Lo que viene resumido en una palabra: CINE. Y en mayúsculas.