Ya demostró en su anterior cinta (Krisha, 2015) que la labor de aferrarse a un personaje la tenía dominada. Trey Edward Shults sigue manteniendo, aunque ahora solo en parte, los ojos fijos en un protagonista a partir del cual construye el universo de su historia y, por ende, el ritmo de su narración.
Si Krisha nos ahogaba entre los pasillos de una enorme mansión repleta de estridentes familiares impacientes por el día de Acción de Gracias, Llega de noche hace lo propio en un futuro post-apocalíptico donde una extraña plaga ha devastado a la población y donde una única casa habitada en kilómetros a la redonda es la protagonista absoluta en medio de un oscuro y sigiloso bosque en el que, al caer la noche, se avecina el peligro.
Travis (Kelvin Harrison Jr.) es un joven el 17 años que vive en esta casa, una enorme morada de madera casi de tan de alta seguridad como desoladora. Sus protectores padres (unos espectaculares Joel Edgerton y Carmen Ejogo), siempre preparados para cualquier peligro que el bosque pueda albergar, ocupan la mayor parte de su tiempo en proteger su vivienda y a su ya-no-tan-pequeño y solitario Travis. De repente, una joven pareja desesperada y su hijo, irrumpen en la vivienda. La búsqueda de refugio de la nueva pareja traerá consigo el miedo, la inestabilidad, un nuevo pequeño amigo para Travis y, también, un aparente soplo de aire fresco a sus más que desconfiados padres.
Con este dibujo incierto de dos familias totalmente desconocidas conviviendo en una misma casa (las localizaciones pueden contarse con los dedos de una mano) rodeados de un ambiente hostil y aterrador, Trey Edwards Shults consigue crear una atmósfera tan opresiva como impredecible y asfixiante para el espectador. La forma en su narración, tensa, pero absolutamente calmada, juega una baza primordial en este sentido. Las abundantes elipsis temporales, el inteligente trato de la luz como si de aire se tratase, y esa manera tan magistral de casi dibujar literalmente unos sonidos, tan realistas como incoherentes, de lo que “no se ve”, consiguen ser más inquietantes que casi cualquier imagen mostrada en pantalla. No obstante, no quedan atrás una fotografía más que notable y un diseño artístico también sobresaliente: si todos hemos temido en algún momento de nuestras vidas a lo que se esconde tras la puerta, Shults lleva esa idea hasta el extremo de la paranoia; no sólo del qué se esconde detrás, sino de cuándo se abrirá el cerrojo para venir a atraparnos…
Imprevisible ante los ojos de un espectador desconocedor de lo que alberga la trama, y vulnerable en todos y cada uno de sus personajes, Llega de noche guarda su mejor baza en algo que, fuera de todo pronóstico (o así lo anunciaba su tráiler) viene de la mano esta cinta, totalmente de género, sí, pero narrativamente ideada para ir por otros derroteros. Trey Edward Shults construye su historia, y con razón, siempre bajo la mirada del joven Travis, un adolescente cuyo destino durante todo el metraje será el de la pérdida y su consecuente búsqueda espiritual y física en constante periodo de recomposición sentimental. Su visión joven e inexperta pero absolutamente real, nos termina por mostrar una familia que, solo en apariencia, está estructurada. También nos mostrará búsqueda de una figura paterna totalmente desdibujada y oculta tras la paranoia de un personaje masculino totalmente engullido tiempo ha, por la idea de proteger a su familia a toda costa.
Ese infierno tan peculiar que vive el joven Travis y la progresiva desintegración del núcleo familiar desde el primer minuto de cinta en adelante, bien le funcionan a Trey Edward Shults para terminar de construir ese universo atmosféricamente único, bajo el que formular preguntas sin parar para jamás dar respuestas.
Por todos es sabido que, la paranoia de lo que no se ve, genera un terror infinito. Y la paranoia para Shults se traduce en un padre sentado en una sobria mesa de madera, en la que solo la gente mayor toma decisiones las arriesgadas, dejando la empatía y la compasión a un lado, sin importar las consecuencias. Y ese es, en primerísima primera instancia, el mayor terror de la Humanidad.