Este miércoles HBO estrena una de las series que cerrarán la parrilla de este año y abrirán las expectativas para el 2017. De la mano de Don Handfield (Matar al mensajero) y Richard Rayner se nos presenta una nueva línea en la historia de uno de los grupos medievales más importantes: los Caballeros Templarios.

La línea argumental busca ahondar en los secretos que estos misteriosos caballeros escondían, su relación (no tan cercana) con la realeza y sus verdaderos sentimientos ante la fe, la lealtad y la hermandad. Para ello, encabeza la cabeza de reparto el reconocido Tom Cullen (Orphan Black, Dowton Abbey, Weekend), interpretando al protagonista Landry, y le siguen otras figuras de la ficción televisiva como Olivia Ross, Pádraic Delaney y Simon Merrells.

Y, sin embargo, a pesar de sus buenas intenciones, y de la premisa tan interesante con la que cuenta, la historia no termina de cuajar en su conjunto. El drama personal se convierte en el centro de todo, dejando de lado otros detalles como los elementos históricos o la importancia de ahondar en el propio pasado de los Templarios. Este detalle hace de Knightfall otra serie histórica cuyos personajes solo tienen líos amorosos.

Es cierto que existe una parte bastante importante donde el elemento de la tragedia también se hace presente (incluso también en exceso): las batallas. Parece que se quiere simular un baño de sangre al estilo Juego De Tronos, y muchas de ellas sobrepasan la realidad llegando a parecer absurdas de cara al espectador. Junto a ello, se establece un guión predecible y monótono cuyo relato ya se ha repetido numerosas veces, en otras tantas películas y series. Una pena que la historia de estos caballeros (con la de «magia» que esconde) no les haya dado para ir más allá.

¿Qué podemos salvar? Una buena composición de personajes, que convierten una narrativa, que en principio parece de una sola línea, en un coro completo. Los actores se encuentran brillantes y son capaces de crear la química necesaria entre sus caracteres.

De ahí que sea una pena que la dirección no haya sabido enfocar el diamante en bruto que tiene en sus manos. Quizá sea una buena opción para los apasionantes de la acción gratuita y de espadas bañadas en sangre. Por aquí, decidimos plantarnos: la música apabullante (en cada final de escena), el constante dramoteo y los líos de faldas no son para todo el mundo.