Tina Fey, Amy Poehler, Sarah Silverman, Amy Schumer, Mindy Kaling, Lena Dunham, Ilana Glazer, Abbi Jacobson, Issa Rae, Pamela Adlon, Sharon Horgan, Michaela Coel, Phoebe Waller-Bridge… y sí: Frankie Shaw. Tras una sola temporada de ocho capítulos, Frankie Shaw con SMILF se ha ganado por méritos propios entrar dentro de nuestro reino de mujeres creadoras y protagonistas que con su personal impronta brillan con entidad propia dentro del espectro televisivo de la comedia.
Una primera temporada ambiciosa donde la crítica a la heteronormatividad patriarcal tiene cabida: desde la cosificación que sufre la mujer, a los abusos sexuales y sus secuelas psicológicas, la crítica a la familia tradicional, las posiciones de clase y hasta la religión. El gran número de mujeres que forman parte del equipo tras las cámaras, así como el hecho que toda la temporada esté dirigida por mujeres (Shaw dirige tres de los capítulos) le da una valor añadido al mensaje de la serie.
Con su particular mezcla de humor y drama cotidiano, SMILF nos zambulle de lleno en el relato de vida de Bridgette Bird (Shaw): una joven soñadora del sur de Boston que trabaja de lo que puede para subsistir y tirar adelante su vida y la de su hijo de 2 años, Larry [Bird, como la antigua estrella de los Boston Celtics]. En sus ratos libres, cuando puede y le dejan, el baloncesto se convierte en su válvula de escape.
Las responsabilidades de Bridgette como madre del pequeño Larry, las implicaciones de su crianza compartida junto a su exnovio Rafi (Miguel Gómez) y su nueva pareja Nelson (Samara Weaving), el apoyo que recibe de su amiga Eliza (Raven Goodwin), así como la relación con su madre Tutu (interpretada de forma magistral por Rosie O’Donnell) sirven a SMILF para realizar una exploración no solo sobre la maternidad y la encrucijada de una joven madre con escasos recursos económicos con sus sueños y ambición: la serie realiza todo un recital tomándole el pulso al patriarcado mismo.
El título es ya una declaración de intenciones. Frankie Shaw consigue reapropiase y hacerse suyo (Single- Self-) el odioso concepto MILF (aka Mother I’d Like to Fuck), devolviéndole un nuevo valor y significado; uno donde la mujer pasa a ser el sujeto, con voz propia, alejado de todo estereotipo; porque ni la mujer es un objeto para uso y disfrute de otros, ni ser madre la convierte directamente en un ser beatizado ni asexuado.

Connie Britton (Ally) y Rosie O’Donnell (Tutu) son algunas de las caras conocidas de ‘SMILF’.
A través de Bridgette y el nutrido universo de personajes femeninos SMILF nos muestra que no hay una sola forma de ser mujer, que la edad o tener descendencia no hacen de ellas menos sexuales, ni que la sexualidad tenga una sola fórmula. A lo largo de los capítulos vemos numerosos ejemplos de una Bridgette deseosa de mantener relaciones sexuales, sin que ello signifique buscar una pareja formal y estable. O de como su madre Tutu, una mujer que supera la cincuentena, también tiene apetito sexual.
A destacar la lectura feminista que ofrece la relación entre Bridgette, Rafi y Nelson. Obviando los motivos que llevaron a su ruptura como pareja, Bridgette y Rafi tienen un hijo en común y vemos cómo, a pesar de los desacuerdos en valores a transmitir al pequeño, mantienen una buena relación de amistad y comparten sin reparo el cuidado del pequeño. Y Nelson, lejos de ser retratada como una rival para Bridgette por ser la nueva pareja de Rafi, es convierte en aliada y amiga de Bridgette en la cocrianza.

Desde «Wonder Woman» a «Corre Lola Corre» los guiños cinematográficos y a la cultura pop en SMILF son tan inesperados como maravillosos.
Entre lo hilarante y lo surreal, el humor que maneja SMILF ha sido otro de los elementos que han hecho brillar la ‘rookie’ de Showtime. Porque aunque no negamos el drama de algunas de las situaciones que sufren los personajes, el carácter de sus personajes y en especial el de su protagonista hace que acabes riendo en los momentos más insospechados. Es sobre todo cuando nos adentramos en algunas de las ensoñaciones y pensamientos de nuestra protagonista cuando estallan muchos de estos toques e inesperados guiños: desde Wonder Woman a Thelma & Louise, pasando por Corre Lola Corre o el «dardo envenenado” a Woody Allen del final de temporada están entre nuestros favoritos y más aplaudidos.
En reiteradas ocasiones, durante sus entrevistas promocionales, Frankie Shaw ha declarado que su serie favorita de pequeña era Roseanne y que su comedia favorita actual es Baskets. No negaremos lo fans que nos hicimos de Shaw en No Submarines por estas declaraciones pero, a pesar que ha sabido llevarlo a su terreno con una personalidad que la aleja de otros comedias recientes, es fácil reconocer sus influencias en SMILF: desde el gran poder matriarcal que emanan a estos sorprendentes toques surreales.
Basada en el cortometraje homónimo creado y protagonizado por la misma Frankie Shaw (premiado en el Festival de Sundance en 2015) SMILF nos presenta una relato semi-autobiográfico de la propia Frankie Shaw: desde qué supuso para ella ser una joven madre intentando abrirse un hueco en el mundo del espectáculo en L.A. a la sana y amistosa relación que mantiene con el padre de su hijo (el también actor Mark Webber) y su pareja (la actriz australiana Teresa Palmer, protagonista de la película de Netflix Berlin Syndrome) han ayudado a crear el universo de la serie.
Este último elemento es innegable y más si nos atenemos al hecho que ambos han participado en producciones firmadas por Shaw: Mark Webber tiene un pequeño papel en un par de episodios de SMILF como el Padre Eddie. Teresa Palmer por su lado, aparece junto a Zoe Kravitz en el cortometraje Too Legit. También el actual marido de Frankie Shaw, Zach Strauss, forma parte del equipo tras las cámaras (como productor y guionista) de la serie. Como dirían: «todo queda en casa».

Frankie Shaw y su particular familia delante y detrás de las cámaras de ‘SMILF’.