¿Qué ocurre cuando un ente desconocido aterriza sobre la tierra? Existen dos opciones: enfrentarse y acabar con él o intentar comprender la naturaleza de lo que nos resulta extraterrestre. Esta creación metafórica de la historia sobre el hombre y su propio miedo llega a nuestras pantallas de la mano de Netflix y la dirección de Alex Garland (Ex Machina).
Basada en la novela original escrita por Jeff VanderMeer, la línea argumental se centra en la bióloga Lena y una expedición a la que se ve “obligada” a participar junto a otras cuatro mujeres. Un viaje hacia una misteriosa región acordonada cuyo interior resulta totalmente desconocido para los humanos.
Nos encontramos ante un título que no está preparado para todo el mundo. Construido en base a los relatos clásicos del “concepto del héroe” y la visión del “doble malo”, Garland se muestra capaz de representar un nuevo concepto que envuelve a la ciencia ficción y que funciona por la calidez con la que trabaja cada uno de la producción de su película. El género recibe un nuevo lavado de cara, sin mayor pretensión que la de mostrar la belleza de otro mundo distinto. Bello, intocable y dañino, todo en sus mismas proporciones.
Sin embargo, a pesar de todos los muchos puntos positivos con los que cuenta Aniquilación (la presencia de Natalie Portman como protagonista; una historia conducida por mujeres; la estética y realización magistrales), el filme deja un regusto amargo sobre algunos de sus puntos finales. Una sensación de que la historia se desvía demasiado hacia un punto más onírico y deja de lado la “lógica” argumental.
Lo que no se puede discutir a Garland es que Aniquilación da una vuelta de tuerca al género de la ciencia ficción, dejando de lado la imagen de los “viajeros del espacio” como un ente al que hay que aniquilar y presentar la cuestión de que quizá, finalmente, el hombre sea causa y efecto de la aniquilación de lo que ocurre a su alrededor, movido por el miedo a lo que desconoce. Un reflejo de que el hombre termina siendo su peor y único enemigo.