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Director del mes: Wes Anderson

Las emociones ahora juegan en una paleta de color. ¿Cómo ser capaz de transmitir tanto con un solo toque de escena? Entre lo brillante y lo pastel, Wes Anderson se ha conformado una marca propia que, al igual que en su estética, su estilo también se alimenta de diversos géneros, hasta hacer lo inimagible: crear el suyo propio. Un mago de la simetría, pero también de la profundidad sentimental. Quizá ahí juega su baza ganadora: es tan perfeccionista desvelando los fantasmas de cada uno, bajo el sarcasmo de la caracterización, que el “reflejo” en la pantalla debe serlo también.

Su historia de locas andaduras cinematográficas comienzan en los años 90 con un primer largometraje titulado Bottle Rocket. Sin embargo, no será hasta unos años después cuando comience a esgrimir las vigas principales de lo que se convertirá su cine con Academia Rushmore (1998). Así, Wes establecerá su primer encanto personal: el de crear puros nudos sociales entre las relaciones interpersonales de sus personajes. El dulce sabor del caos, bajo unos planos simétricamente perfectos.

Así llegará hasta 2001, donde la evolución de este detalle ha envuelto a toda una familia entera en el título Los Tenenbaums: Una familia de genios.

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En él se marcará lo que para sus seguidores es una de sus primeras grandes películas por narrar las locas vivencias de una familia que no sabe cómo mantenerse a lo largo de los años. Pero, que al final como todas las historias de casa, terminan teniendo un “final feliz”.

Aquí dará comienzo un camino hacia la cima, que lo convertirá en alguien imparable. El año 2004 le recibirá con La vida acuática con Steve Zissou, protagonizada por algunos de sus actores clave en el resto de su filmografía. De ahí, la metáfora del viaje como propio miramiento hacia el interior de la persona, se verá también en otro «recorrido», esta vez bajo tierra con el título Viaje a Darjeeling (2007). Un filme que emociona, sin trampas ni cartón: tan cercana a la humanidad como lo es la vida misma. a pesar, aún así, de la «locura» de comedia (aunque no tan comedia) tan de su estilo.

Sin embargo, cabe destacar uno de sus títulos por la producción que supuso en su trabajo: Fantástico Sr. Fox (2009), grabada en stop-motion, la historia se centra en la vida del zorro Fox y su familia, hasta que una serie de eventos lo obliga a cambiar su tan querida rutina.

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A pesar de ser un relato centrado en animales, Anderson consigue reflejar a la perfección los conflictos a los que nos vemos enfrentados los seres humanos por el mero hecho de ser diferente. Un relato esclarecedor que, a primera vista puede parecer un bonito cuento, pero que juega más allá y traspasa la crítica social. Un cuento de obligado visionado para los adultos, como una forma de aprendizaje hacia una visión más clara del mundo del que se rodean.

Todavía tendrán que pasar otros tres años de «desconocimiento» hacia su trabajo para que por fin el reconocimiento le venga de la mano. Moonrise Kingdom (2012) será la película que lo sacará fuera de las sombras del cine indie y de autor, con uno de sus mejores trabajos hasta el momento. Y es que, este titulo consigue conciliar todos los elementos positivos del resto de sus títulos y convertirlos en un regalo perfecto: ritmo, personajes increíbles, fotografía apabullante y una trama que estremece por dentro. ¿Qué más se puede pedir? Posiblemente solo una cosa más que cumple con creces: la propia marca de pasión cinematográfica que impregna Wes Anderson con cada una de sus obras.

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Ya dentro del foco más «hollywoodiense», pero manteniendo su esencia, el 2014 recibirá la que, en este caso, será su obra mejor estéticamente trabajada: El gran Hotel Budapest (2014); hasta el punto de granjearle la victoria de cuatro premios Óscar, entre ellos el de Mejor Vestuario Mejor diseño de producción. Además, como curiosidad, para los amantes del recorrido de su carrera (y de todos los actores con los que repite), este título supone un delicioso desfile de caras conocidas que sus seguidores siempre estamos contentos de volver a ver. Aquellos viejos amigos que, a pesar del tiempo, continúa siendo como el primer día.

Existen personas capaces de aportar distintos elementos a la vida de otras personas; una especie de samaritanos que ayudan a sanar las heridas internas de cada uno en los diversos aspectos de su vida. Y así es Wes Anderson: un pintor capaz de llenar de color las escenas de la realidad; pintar el dolor y convertirlo en algo que forma parte de ti. Como respirar aire fresco tras estar mucho bajo un agua profunda y negra.

Un ser de luz que emite su preciado corazón a quien quiera verlo. Y es que, la revolución del cine (y del corazón) será de Wes Anderson o no será. Porque la vida ya es lo suficientemente gris, como para no disfrutarla bajo su panorama color pastel.

 

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