Un viernes más en la capital. Los conciertos se reparten por las salas, siempre hay algo ocurriendo, y nosotros en la sala Costello, en una pequeña calle paralela a la Gran Vía de Madrid. Tan pequeña como la sala en la que nos encontrábamos, pero en la que hay cabida para todo. Una joven banda de Inglaterra se preparaba al otro lado del escenario para salir a tocar. Primera vez que ISLAND estaban en España y nos querían dar lo mejor de Feels Like Air, su nuevo y primer álbum.
Y a las 10 en punto de la noche, pisaron el escenario y sin decir una palabra comenzaron a tocar Ride donde nos presentaron su estilo, su potencia, su sonido. Una guitarra llena de reverb, una melodía suave y una voz que, dónde colocarla, recuerda a un joven Julian Casablancas.
Seguimos con Dreaming of donde oímos golpes de bajo para comenzar que siguieron marcando el ritmo durante toda la canción y un punteo de guitarra que bajaba por el mástil una y otra vez. Suena I’ve Been Searching, su batería militar y sus slides de guitarra, para que al finalizar, el bajista del grupo nos adelantara chapurreando español que “vamos a bajar” el ritmo.
El cantante aprovecha el principio de Take Me To A Place You Like para presentar a Jack Raeder al mando de la guitarra y a Toby Richards con las baquetas. El turno del bajista James Wolfe llegó al final cuando se lució marcando aún más el sonido del bajo que retumbaba por toda la sala despacio y firme.
Comienza All You Ever Needed Was Love donde, aún no se había presentado, pero descubrimos por completo a Rollo Doherty, cantante del grupo, que nos brindó una de las más gratas sorpresas de este concierto. Una voz potente, dura, rasgada pero que no pierde estabilidad, y que todavía consigue mantener ese punto de suavidad, tranquilidad y dulzura que transmite la melodía creando el perfecto equilibrio entre ambas. El silencio sepulcral que se creó durante la canción era señal de que el público había desaparecido y cada uno estaba en su propio viaje disfrutando en solitario de la música.
Después de este momento sonó Stargazer, una de sus canciones más conocidas, para dar paso al final del concierto y a los agradecimientos de la banda al público que les acompañó en cada canción y supo interpretar los momentos de saltar, gritar y los de cerrar los ojos y viajar.
Tan solo fue una hora de concierto. Todo lo que pasó ese viernes parece muy pequeño desde fuera, pero en el interior fue algo enorme.