Existen numerosas formas de relatar historias en la actualidad, entre las que se encuentra la animación, vía narrativa cada vez más presente y reconocida dentro del panorama cinéfilo actual. Sin embargo, ¿puede todo el mundo emocionar bajo esta perspectiva? La idea parece fácil, pero la técnica lo niega; y es por ello por lo que Masaaki Yuasa se ha convertido en todo un genio de su tiempo, capaz de incorporar todo lo bueno de la técnica en una sola pantalla.
Casi como un titiritero, se desliga de él una capacidad innata para mover los diversos hilos de un arte que pocos saben manejar de forma correcta. Y es por ello por lo que su carrera resulta tan amplia y enriquecedora (cine, series, cortos, videoclips…) y ha supuesto una influencia innegable para las futuras generaciones.
De esta forma, su camino en la gran pantalla comienza de forma un poco tardía, en el año 2004 con el estreno de la película Mind Game (2004), un proyecto que conseguirá asombrar a público y crítica y lo catapultarán, de forma inmediata, a una nueva liga. La historia, centrada en un viaje místico lleno de metáforas, se convierte en un cóctel molotov del genero surrealista y el humor seco, con una gran carga significativa y un viaje mental muy bien representado bajo la marca propia de su animación: sencilla, pero al mismo tiempo con un toque de realismo.
Sin embargo, tras este inicio, no volveremos a verle el pelo en el cine hasta tres años más tarde. En este caso, Yuasa se convertirá en parte de un filme colectivo, Genius Party, una antología de siete cortometrajes muy diferentes entre sí, tanto por su estilo por lo que representaban en su interior. Eso sí, existe una línea que une a todos los autores firmantes: ser algunos de los mejores realizadores de “anime” y manga contemporáneo. Y por supuesto nuestro querido Yuasa no podía quedar fuera.
Pasará un tiempo sin que le veamos el pelo más que por series o algún corto (como por ejemplo, Kick Heart) hasta mucho después. En este caso, el director nos sorprenderá con otra historia cargada de significado y ese punto un poco loco al que tan bien nos tiene acostumbrados. En Night is short walk on girl (2017) nos contará la historia de un hombre que se enamora de una joven, y moverá cielo y tierra para conseguir llamar su atención como sea.
El ritmo alocado sumado a la energía incesante, convierten este filme en una delicia para la vista y, especialmente, para la satisfacción interior de uno mismo. Una apuesta, quizá, un poco pretenciosa que, dentro de la sencillez de su dibujo, salió a ganar para nuestro querido Masaaki Yuasa.
Y es que quizá lo magnífico de su trabajo se encuentre en ese punto: el que versa entre la locura y la realidad, bajo la mirada atenta de lo que parece imposible. Como una forma de trasladar una idea o, incluso, una crítica, el director consigue moldear lo que parece una historia imposible para cualquier otro. La mezcla perfecta que se alinea dentro de uno mismo casi como el ying-yang y que nos permiten, bajo nuestra alma, rascar y conocer un poquito nuestros más profundos (y alocados desconocidos) pensamientos.