De un tiempo a esta parte, venimos hablando de cómo las últimas películas procedentes de Islandia están llegando a nuestra cartelera como una oleada silenciosa de buen cine. Un movimiento patrio que simultáneamente al cine griego y escandinavo, está creando un lenguaje propio. Las producciones islandesas cuentan con un buen hacer artesanal e historias tratadas desde una perspectiva única y personal. Destacan por tratar temas muy humanos con un enfoque paciente, sereno y contemplativo.
Sin embargo, Buenos Vecinos se aleja del aura de sensibilidad inherente al cine islandés y construye una atmósfera inquietante que confunde al espectador hasta meterlo en su juego irónico y sarcástico. Una comedia inconfesa, envuelta por un clima enigmático y peculiar con reminiscencias al cine de Polanski, donde sobresale un humor negro propio de los hermanos Coen.
La película narra dos historias, la de dos familias enfrentadas por un hecho tan aparentemente insignificante como que un árbol impide que la luz del sol llegue al jardín de los vecinos. Y la historia del divorcio de Atli, el hijo de una de las familias.
Pese a ser en conjunto una película sólida y bien atada, el guión es en ocasiones algo quebradizo, dejando huecos abiertos entre las dos historias que narra la película y que deberían estar conectadas con mayor sutileza. Esta falta de cohesión puede perder al espectador durante los primeros minutos de una cinta donde el tono confuso tampoco ayuda. Sin embargo, a medida que van pasando los minutos, la película encuentra un enfoque definido donde todo consigue equilibrarse, el director enfatiza en el desconcierto mediante un surrealismo banal para sorprender al público y llegar a un tramo final más dinámico y delirante.
Hafsteinn Gunnar Sigurðsson habla de cómo nos afectan ciertos hechos del pasado durante el presente, arrastrando traumas sin resolver que desencadenan en situaciones tan incómodas como grotescas. Nos hace cómplices de una mirada cínica y distante de la falsa estabilidad en la convivencia de la vida moderna, en una sociedad adulta aparentemente tranquila y madura. Un suceso trivial puede desembocar en algo peligroso por no sanar a tiempo los conflictos internos a los que todos nos enfrentamos.
Buenos vecinos no es una comedia al uso ni un drama convencional, por eso se postula a convertirse en uno de los descubrimientos más curiosos del verano. Puede que pase desapercibida en términos comerciales pero no dejará indiferente a todo el que la de una oportunidad.