Tras su paso por el Festival de Cannes y el Festival de San Sebastián, Mirai: mi hermana pequeña llega a Sitges en un mar de críticas positivas. La película de anime escrita y dirigida por Mamoru Hosoda relata el intento del pequeño Kun-chan de superar el hecho de que con el nacimiento de su hermana pequeña, ya no tenga toda la atención de sus padres.
Mamoru Hosoda es uno de esos nombres que tenemos que empezar a escribir con mayúsculas cuando hablamos de escribir y dirigir anime. Es el nombre que nos dio la maravillosa Wolf Children y la más reciente The Boy and The Beast. Y sí, sus películas tienen una técnica de animación y un diseño de personajes maravillosos, pero por lo que destacan especialmente es por la sensibilidad que destilan.
Solo un alma sensible podría expresar lo único que es ver nevar por primera vez o la impaciencia de un niño pequeño esperando ver aparecer el coche de sus padres, haciendo que se acerque tanto a la ventana, que empañe el cristal y tenga que limpiarlo una y otra vez con su manita. Es en esos pequeños detalles donde el cine de Hosoda se hace grande y te ensancha una parte del corazón que no sabías que necesitabas henchir.
El realismo mágico, desde luego, también forma parte del ADN de todas sus films y Mirai no iba a ser distinta. Y es que es gracias al árbol mágico de su jardín, que Kun-chan es capaz de viajar en el tiempo y encontrarse con miembros de su familia y así superar con sus consejos las pequeñas crisis que tiene a tan tierna edad. Crisis que hemos tenido todos, como la rabia que supone no poder aprender a montar en bicicleta o que tus padres digan que están demasiado ocupados para jugar contigo.
No es la primera vez tampoco que vemos padres trabajadores en el cine de Hosoda, aunque sí la primera vez que una madre le enseña a su marido como cuidar de la casa y de sus hijos, enfrentándose al elefante en la habitación que es hablar de estas cuestiones en sociedades tan tradicionales como la japonesa (o todavía en algunas casas de Occidente). Lo importante no es solo que se mencione, sino que se le dé un minutaje holgado, que se manifieste el punto de vista justificadamente indignado de la madre, que se vea la predisposición del padre a aprender y que se refleje su evolución y su propia reflexión sobre el asunto al final de la cinta.
Qué forma más genial de educar tanto a adultos, como a niños. Aunque sí es cierto que algunas de las frases que se lanzan al aire como lecciones de vida para el pequeño Kun-chan pueden chirriar porque no se ha construido el trayecto necesario para que Hosoda se haya ganado enunciarlas. También puede ser que su estructura dividida en los distintos encuentros que tiene Kun-chan con sus ascendientes, se pueda hacer un poco repetitiva y que el salto al clímax final sea un poco precipitado, pero de nuevo, el cine de Hosoda es grande en los pequeños detalles. Puede que Mirai: mi hermana pequeña tenga sus fallos, pero la verdad es que da igual, cuando aparecen los títulos de crédito solo te dan ganas de abrazar la pantalla.
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