Después de un largo periodo en el que el found footage se adueñó del género estirándolo hasta la saciedad, dando lugar a películas muy olvidables, no es ningún secreto afirmar que desde hace unos años el género está viviendo una revitalización por parte de nuevas voces arropadas tanto por grandes productoras, como por sellos independientes que apuestan por la originalidad.
Dentro de la buena salud de la que actualmente goza el género, hoy hablamos de una nueva oleada de cintas de terror comprometidas con una sociedad en constante cambio. Cinco películas con un mensaje transformador donde el feminismo, la lucha contra el racismo, el viaje hacia la madurez o la búsqueda de identidad en la adolescencia tienen cabida en uno de los géneros más clásicos y asentados, pero con la necesidad de tener que reinventarse cada poco tiempo.
Crudo (2016)
La adolescencia significa salir de tu zona de confort para descubrirse a uno mismo; nos esforzamos por encajar en una sociedad compleja, a la vez que luchamos por tener una voz propia y evitar pertenecer a la mediocridad. La película se centra en el viaje interior de Justine, una chica de dieciséis años que durante su primer año de universidad trata de encontrar su verdadera identidad.
Julia Ducournao, que dibuja un fondo de empoderamiento femenino a la historia, narra esta fábula de la forma más visceral y carnal posible, jugando con el gore y llegando a extremos realmente desagradables… Como igual de desagradable y desconcertante es descubrir la verdad sobre ti mismo y sobre el mundo que te rodea cuando estás atravesando la adolescencia.
Babadook (2014)
Escrita y dirigida por la australiana Jennifer Kent, la película se centra en Amelia, una mujer viuda que vive con su hijo y que tras seis años aún no se ha recuperado de la muerte de su marido. La historia visibiliza, de manera sobrecogedora, los problemas de salud mental cada vez más comunes en una sociedad que los intenta desestigmatizar.
La película es una sutil alegoría sobre trastornos mentales como la ansiedad y la depresión que sufre Amelia, encarnados por un monstruo que acecha la casa y que se alimenta del dolor. Tanto Amelia, como su hijo tendrán que hacer frente a este ente que todos tenemos dentro y que debemos combatir para que no se apodere de nosotros.
Déjame salir (2017)
Déjame salir está producida por la compañía Blumhouse Porductions ( Insidius, Sinister, La purga o Multiple). Desde el principio de la cinta se establece un satírico diálogo con el espectador el cual juega al despiste mediante sutiles sugerencias. A medida que se desarrolla la trama y al final de forma casi burlesca, se intuye de manera más directa el tono de denuncia social que Jordan Peele construye sobre el racismo aún inherente en la sociedad norteamericana, mostrándolo a través de una familia blanca de clase alta. Una preocupante reflexión en plena era Trump sobre el racismo en Estados Unidos que, mucho menos de haber extirpado, lleva arrastrando desde hace siglos.
Verónica (2017)
Si Babadook es una alegoría sobre la depresión de una mujer viuda que ha perdido a su marido, en Verónica el ente se presenta a partir de la pérdida de un padre. Verónica es una adolescente a la que las obligaciones le sobrepasan: su madre trabaja todo el día por lo que tiene que encargarse de la casa y de cuidar de sus dos hermanas pequeñas.
Aquí el “monstruo” representa el exceso de responsabilidades para una chica de su edad, sumado a la confusión que conllevan los cambios de la adolescencia y a la falta de un referente paterno. A pesar de ser una película basada en el caso real de 1991 conocido como el Expediente Vallecas, Paco Plaza añade una profunda capa de matices a una historia que estremeció a la población española.
Bajo la sombra (2016)
En plena guerra entre Iraq e Irán, una mujer permanece sola con su hija mientras su marido ha sido llamado al frente. A medida que el conflicto avanza y la tensión es cada vez más palpable, aparece un elemento paranormal en el edificio que refuerza la sensación de indefensa de las protagonistas, alimentado por el estrés y la desesperación de vivir en una zona de guerra.
Este «fantasma» está basado en las supersticiones y en la tradición islámica de los genios o djinns que aparecen en el Corán. En este contexto bélico, Bajo la sombra trata de transmitir el horror de la guerra desde un enfoque muy original. Aunque la película está ambientada en los años ochenta, se percibe un tono de denuncia social en el trato discriminatorio que las mujeres siguen sufriendo en Oriente Medio, dejando patente que la situación sigue sin cambiar treinta años después.
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