Estudiante incomprendido y estudioso del arte de la cámara para contar su propia historia interior y así aprender lo que es una pasión innata. Un amante del cine cuyo trabajo va enfocado a personas que lo admiren tanto como a él. Tan odiado como amado, a partes iguales; pero nadie puede discutir que tiene un algo especial en todos sus trabajos.
Su andadura comienza bajo la inspiración de la corriente Nouvelle Vague, donde adquiere una de sus características principales: considerar el cine como un autoconocimiento personal. Así lo demuestran sus primeros cortometrajes, bajo los que decidió experimentar con la linealidad del relato, los planos y, sobre todo, los personajes y lo que eran capaces de transmitir con detalles con los ojos.
Los silencios, las miradas y la crítica encubierta serán su baza ganadora a la hora de trabajar en el que será su primera película, Hunger (2008), que consiguió su entrada en el Festival de Cannes. Tomando de protagonista al que será un fijo del resto de su pequeña filmografía, Michael Fassbender, encabeza la historia sobre la huelga de hambre de 1981, por los prisioneros irlandeses encarcelados.
Queda decir que la película resulta una tensión en sí misma, y un abanico de belleza estilística, cuyas partes dejan respirar la una de la otra, como si estuvieran bien diferencias. Este mismo sistema lo utilizará con una de sus obras más queridas y, al mismo tiempo, más criticadas: Shame (2011), pero que sin duda lo ayudó a saltar a la palestra del resto del mundo.
Y es que, al igual que lo dice su propio título, este filme sufre de constante vergüenza hacia su propia pretensión (como su protagonista, Brandon), cuya visión parece ser toda perfecta y hermosa pero que esconde una herida profunda en su interior. Cuando empiezas a indagar es cuando realmente te das cuenta de a qué te estás enfrentando. Una lucha de problemas personales, de miedos que se arrastran y de puertas que nunca se han cerrado del todo. Una secuencia que termina en la destrucción de su personaje, metafóricamente hablando.
Llega el turno de su último trabajo, en el que, por primera vez, apartará la mano del guión. 12 años de esclavitud (2013), recupera la esencia de Hunger, bajo una crítica histórica basada en las propias personas, más allá de los hechos. Será una cinta más basada en la gran producción, pero aun sabiendo mantener los elementos que definen a McQueen. Tal fue la aclamación, que le hizo ganar un Óscar a Mejor Película en 2014.
Una carrera que, aunque no larga, consta ya entre las redecillas del cómo hacer cine. Un director que sabe de cine y se observa en cada uno de sus planos. Sabiendo querer el género es como uno mejor puede trabajar. Amando cada uno de los trabajos y, sobre todo, el mero hecho de grabarlo. Y nunca tener miedo a desnudarse tanto delante como detrás.