Tan solo quedan dos días para el estreno en nuestro país de Suspiria, uno de los remakes más esperados del año. Y, a pesar de que no vamos completamente a ciegas, pues sabemos su historia, conocemos el clásico giallo, somos conscientes de que estará cargado de una fuerte y espléndida presencia femenina, ¿qué es lo que sabemos de su maestro de ceremonias?
Guadagnino es sensibilidad y sutileza. Un experto en pintar la gran pantalla con emociones. Un romántico empedernido obsesionado con el amor y sus desventuras. Un maestro de escuela dispuesto a mostrarte la línea fina entre el deseo y lo prohibido. Un funambulista implacable que juega en la cuerda floja de la vida, porque sí, su cine, sensual y provocador, es la clara imagen de la vivencia, a veces tierna, a veces fría. Luca Guadagnino es arte, pero, ante todo, es humanidad.
La filmografía de Guadagnino se caracteriza, en gran medida, por reflexionar sobre los anhelos emocionales y sexuales del ser humano. El desenfreno y la experimentación (Melissa P.), el dulce e inquietante proceso del autoconocimiento (Call Me by Your Name), la represión de los deseos y la toxicidad del amor (Cegados por el sol) o la arriesgada y excitante búsqueda de una nueva felicidad (Yo soy el amor). Todas ellas conviven bajo el marco de un género dramático que el director, en ocasiones, es capaz de combinar con el suspense o thriller, pero que por antonomasia destacan por su fuerte carácter existencialista.
Escenográficamente, Guadagnino es un digno admirador de su país. La metropolitana Milán, la entrañable campiña italiana o la espectacular costa del lugar forman parte de la atmósfera de sus historias. El paraje itálico deja de ser un mero objeto estético más, para así convertirse en un espejo que plasma la naturalidad y delicadeza de sus películas.
Sus personajes son el reflejo del trascurso de la vida, de las etapas por las que cada uno de nosotros nos aventuramos. El dolor y la ilusión, la angustia y la felicidad, las ataduras y el descontrol forman parte del ADN de sus protagonistas. Es esto lo que hace especial el cine de Luca, la conexión que el espectador puede sentir con individuos como Elio, Melissa o Emma. Todo esto se ve realzado por las magníficas interpretaciones de su reparto, formado por actores como Ralph Fiennes, Timothée Chalamet, Michael Stulhbarg…
O Tilda Swinton, la bala que nunca falla en la recamara. Musa e inspiración, su fetiche favorito, la chica Guadagnino. No es para menos, la escocesa se personifica como un retrato de los deseos del director: polifacética, expresiva y conmovedora; no importa el papel que juegue en la historia (una cantante de talla mundial, la coreógrafa de una escuela de danza o una mujer que busca redescubrirse), devora sus personajes y les da forma, a su medida. Es un manifiesto vivo de la sinceridad y fragilidad que atesora el cine de su director.
Toda esta expresividad, todo este sentimiento, se plasma de la misma manera a través de la música. Sus bandas sonoras son una fotografía exacta de lo que aflige a sus personajes, de su personalidad; es imposible no rendirse a los pies de las melodías de Sufjan Stevens, quien parece entender el dolor de un confuso Elio mejor que el propio director. O cada uno de los eléctricos temas de los Rolling Stone que Harry bailaba hasta desfallecer. Aún cabe lugar para mencionar las preciosas sonatas de piano que inundan las escenas con una intensidad única. Y, cómo no, el retrato de Italia y su cultura melómana: Giorgio Moroder, Franco Battiato…
No se trata de su primer remake, Cegados por el sol y su homenaje a La Piscina ocupan ese puesto, pero Luca Guadagnino nos espera con una Suspiria completamente atípica a lo que nos tiene acostumbrados y con la que no piensa decepcionarnos. Agarraros a vuestros asientos y disfrutad de la magia del artista palermitano, aún tiene mucho que contarnos.