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‘WHEN WE ALL FALL ASLEEP, WHERE DO WE GO?’: la perfección imperfecta de Billie Eilish

Que Billie Eilish Pirate Baird O’Connell está hecha de otra pasta está más que claro tres años después de su debut y su primer hit, Ocean Eyes. Esta canción, que grabó a la tierna edad de 14 años con su inseparable compañero de composición y producción, y hermano Finneas, fue el pistoletazo de salida para la carrera musical de Eilish, que en este momento, a sus diecisiete años, no parece que vaya a tocar techo en un futuro próximo.

El pasado 29 de marzo, la californiana lanzó su álbum debut, WHEN WE ALL FALL ASLEEP, WHERE DO WE GO?, el cual le ha ganado definitivamente un nicho en la industria y el respeto de la crítica, aparte de aumentar su cada vez más inabarcable legión de fans. La siguen por su música, pero sobre todo por su actitud y su habilidad para decir lo que quiera siempre que quiera. Miles de adolescentes y no tan adolescentes se ven representados por esta joven californiana que se describe a sí misma como un bicho raro y que ha luchado contra la depresión crónica desde muy joven, al igual que tics físicos propios del síndrome de Tourette.

Su voluntad de hablar abiertamente sobre estos temas y su determinación a que su relación con sus fans se mueva en un plano horizontal en vez del típico vertical son otros de los puntos que la han hecho tan popular. La verdad es que la autenticidad y espontaneidad de esta artista no tiene límites, como demuestra cada vez que tiene ocasión en su cuenta de Instagram (@wherearetheavocados). Pero hoy nos centramos en su música. Así nos han deleitado los hermanos O’Connell con este disco de catorce pistas llenas de detalles de producción increíblemente perfeccionistas, creativos, algo creepy y, sobre todo, con mucho sentido del humor.

“Me he quitado el aparato y aquí está el disco” dice Eilish en medio de un ataque de risa en la primera pista titulada sencillamente !!!!!!! y así, sin anestesia, pasamos a bad guy. Que este es un tema cuyo título debería escribirse en mayúsculas, se percibe desde que empiezan a sonar las primeras notas en lo que parece un bajo modificado al ritmo de un bombo de batería. La introducción más rockera que hemos oído hasta la fecha para una canción de Billie Eilish.

Pero no os preocupéis, también sigue ahí el toque O’Connell en la producción, con ese matiz siempre retorcido y una delicia para cualquiera que quiera prestar atención: especialmente interesante es el uso de chasquidos de dedos, tan cursis y típicos de canciones pop, pero que aquí toman un cariz tétrico, ya que en vez del chasquido de dos dedos, parece que oyésemos el de tres especialmente esqueléticos.

Esto se ve completado por la voz de Billie, que se dobla y se triplica, y prácticamente se convierte en un rugido propio de Predator cuando llega la hora de pronunciar las palabras “I’m the bad guy”. Para el estribillo, los sintetizadores liberan una melodía propia de un especial de Halloween y los coros se cortan en pedazos. Y para terminar la pista con el mismo toque espeluznante, el break-down nos deja con los susurros de Billie al oído y una percusión llena de eco.

Estos efectos en la voz de Billie se repetirán en xanny, cuyas letras giran en torno al tedio y rechazo que le supone el constante estado de embriaguez de las personas que la rodean y su rechazo a las drogas. Lo cual, por otro lado, contrasta con esa visión que tienen algunos de esta artista como una mala influencia para sus fans más jóvenes.

En el estribillo, el volumen de la percusión que marca un ritmo inusualmente lento, llega a aumentarse a tal nivel que acaba arrastrando a su voz. Como si intentase plasmar el efecto que esta triste epifanía tiene sobre ella y, a la vez, el letargo en el que todos sus amigos parecen estar sumergidos, haciendo que todo se mueva a cámara lenta. El resto de la instrumental podría pertenecer perfectamente a una balada del estilo más clásico, terminando el tema con un nudo en la garganta y unos coros que parecen sacados de una escena íntima de un musical de los años 50.

De aquí pasamos a you should see me in a crown. Probando una vez más su vena seriéfila, el título está basado en la célebre frase de Moriarty a Sherlock Holmes en la serie Sherlock de BBC. Este tema ya lo habíamos podido escuchar en agosto de 2018 y representa uno de los sonidos más hardcore que habíamos oído de Eilish hasta la fecha. A diferencia de la séptima pista, when the party’s over, que también habíamos podido escuchar antes, representa el lado más vulnerable de Eilish y una de las demostraciones vocales más sobrecogedoras del disco.

Campanas de iglesia para introducir all the good girls go to hell, un tema en el que vuelve a cobrar importancia el bajo, esta vez más clásico y no tan producido como en bad guy. Esta pista más funky nos recuerda al estilo de my boy de su primer EP, dont smile at me. Al igual que 8 nos recuerda a la balada también al ukelele de party favor, aunque haya detalles en la instrumentación que demuestran la maduración en la producción de los O’Connell, como algún que otro solo de guitarra eléctrica.

Y pasamos al que probablemente sea uno de los himnos del disco: wish you were gay, una balada sobre amor no recíproco con una confesión con la que más de uno se puede identificar. La californiana ya nos había revelado su amor por las baladas a la guitarra con una cover de Eres Tú de Carla Morrison (la cual podéis encontrar por ahí si buceáis un poco por Internet).

Y esa es la base de este tema, pero poco a poco, los hermanos van haciendo su magia en la producción: la guitarra base se transforma en sintetizador, el ritmo se marca por una especie de palmadas con retardo, el piano hace su aparición para dar empaque al estribillo y las capas de instrumentación se van alternando, creando dinámicas que permiten que el oyente esté completamente enganchado durante sus casi cuatro minutos.

my strange addiction es otro de los grandes logros de este disco y prueba una vez más el amor seriéfilo de Billie. Cualquier fan de The Office reconocerá en esta pista los recortes de la serie con las voces de Michael Scott, Jim, Kelly, etc. Una decisión creativa tan arbitraria como maravillosa. Como fans de esta clásico de la televisión, a nosotros nos parece una completa fantasía.

Probablemente, bury a friend sea la canción más cinematográfica del disco y la más redonda. Para completarla, la californiana optó por incluir ruidos no producidos en el estudio, sino grabados por ella misma: la voz áspera que oímos al inicio del tema es la de su amigo Calvin, el sonido chirriante que oímos hacia mitad de la pista es el “taladro” del dentista quitándole los restos de sus brackets, grapas, cristales… Todos los ruidos que oís, son grabaciones reales.

Además, en este tema se vuelve patente una vez más el manejo que tienen los O’Connell de los silencios, un elemento musical cuyo poder menosprecian muchos artistas de la industria pop. Pero la realidad es que es ese silencio que precede a la frase “I wanna end me” lo que le da peso, no la alarma que la sigue, aunque esta sea el efecto más llamativo.

De la misma manera en la que la canción parece ser desde la perspectiva de un monstruo que acecha a Billie, cuando en realidad es sobre la propia Billie y sobre el peligro que cree que representa que los fans se obsesionen con ella y su música. Puede que a Eilish le guste usar el storytelling en sus letras y no todas ellas estén basadas en su propia vida, pero está claro que esta es una de las confesiones más viscerales que realiza en el disco.

listen before i go, i love you y goodbye son baladas con el sonido al que nos tenía acostumbrados. Aunque de esta última podríamos destacar que es la forma perfecta de terminar el álbum. La mezcla de frases de las canciones que hemos escuchado a lo largo del disco da un toque casi onírico, como si Billie se fuese a dormir y todas las ideas de las que nació esta tracklist siguiesen arremolinándose en su cabeza.

En definitiva, WHEN WE AL FALL ASLEEP, WHERE DO WE GO? supone un gran paso adelante para Billie Eilish (y Finneas O’Connell), que recurren a sus primeros trucos de composición y producción cuando la ocasión se lo permite, pero que también presentan muchos otros nuevos llenos de una creatividad única, sello de los hermanos O’Connell. He aquí dos artistas que nos han demostrado que, a diferencia de lo que muchos escépticos piensan, la creatividad en la industria musical no ha muerto, solo hay que tener la valentía para plasmarla.

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