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‘La luz de mi vida’: el íntimo y conmovedor regreso de Affleck detrás de las cámaras

Un padre y su hija deambulan por el bosque después de que una enfermedad mortal asolara el planeta y acabara con casi todas las mujeres. Deben llevar una vida errante y ser prácticamente invisibles en lo que se convierte una cruzada hacia ninguna parte para proteger a la niña de una sociedad asolada por el odio y la soledad.

Casey Affleck dirige, escribe y protagoniza una película intimista y hermosa que se desarrolla entre una trama postapocalíptica y un drama familiar con una enorme carga emocional. La historia nos presenta un futuro que nos recuerda al de Hijos de los hombres o The Road. Sin arriesgar mucho en como construye el mundo, algo que a Affleck tampoco parece importarle demasiado.

Sin embargo, lo original aquí está en la forma en la que construye la película desde una mirada cálida y atmosférica que nos atrapa y cuyo peso recae sobre el dúo protagonista. La química entre los actores sumado a una dirección magistral la convierten en una de las películas más especiales del año.

En el aspecto visual, los planos son prácticamente fijos con escenas pausadas y contemplativas. La influencia de directores como David Lowery y Gus Van Sant son más que notables; Affleck ha trabajado con ellos en varias ocasiones y adopta un estilo a caballo entre Gerry para las secuencias en exteriores y A Ghost Story en las interiores. Permite que la trama se desarrolle con el menor movimiento de cámara posible dejando que la luz, el sonido y los actores sean los principales pilares de cada escena.

Hay un clima de tensión constante durante toda la cinta que se ve enriquecido por los momentos en los que padre e hija comparten conversaciones durante largas escenas. Y es que es en el drama familiar donde el guión brilla por encima de todo.

Diálogos sobre la sexualidad, la familia, la condición humana, la doble moral o la ética son puestos de manifiesto (de forma muy similar a como ya lo hacía Matt Ross en Captain Fantastic) bajo la ternura con la que el personaje de Affleck aborda la educación de su hija. Un Affleck descomunal cuyo trabajo vocal transmite todo el dolor y la angustia que siente su personaje, prácticamente susurrando cada palabra.

Tanto la fotografía, como la banda sonora complementan a la perfección el mundo que Affleck ha creado y la sensación de aislamiento que viven padre e hija. Un tono frío y tenue como el que Adam Asknaw usó en la primera temporada de True Detective y una música a cargo de Daniel Hart, compositor habitual de David Lowery, que llena de cuerdas y emotividad a los momentos más calmados de la película.

Probablemente la película se exceda en el metraje y haya bajones de ritmo que afecten al resultado final. Pero Affleck ha realizado una película tan conmovedora y sólida que no podemos obviarla como una de las cintas del año.

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