El oficial y el espía nos sitúa en la Francia de 1894 donde un capitán judío del ejército francés es acusado y declarado culpable de traición a la patria por pasar información a Alemania. El coronel Picquart comienza a dudar de su culpabilidad cuando descubre que alguien sigue pasando información y tendrá lugar una investigación que se irá complicando más a medida que transcurre la cinta.
La película supone el sólido regreso del Polanski más reconocible. Un thriller clásico con aires hitchcockianos donde se nos cuentan los hechos del famoso Caso Dreyfus y en el que se repite una de las claves del cineasta francés; un protagonista se ve inmerso en una trama cada vez más compleja y conspiranoica, en la que se termina viendo abrumado por factores que escapan a su control (Chinatown, El pianista, El escritor…)
Técnicamente, la película es intachable. La fría y gris fotografía del veterano Powel Edelman y el ritmo pausado de la narración convierten una película de denuncia social en una elegante revisión de uno de los casos jurídicos más mediáticos de Francia. Tanto la impasible actuación de Jean Dujardin y el desorientado pero seguro general Picquart, como las influencias clásicas y europeas en la música de Desplat, ayudan a empastar y recrear sin esfuerzo aparente una propuesta que resulta sutil e ingeniosa.
El cinismo y turbiedad con el que Polanski presenta a la sociedad en sus películas viene como anillo al dedo para relatar uno de los episodios más vergonzosos de la historia militar francesa. El contexto histórico enfatiza el mensaje de denuncia social de la cinta que refleja en plena Francia imperialista el antisemitismo y nacionalismo exasperado vivido durante aquellos días, en los que era más importante tapar una mancha del expediente académico bajo cualquier coste que impartir justicia.
Con esta cinta, Polanski vuelve a sus señas de identidad y recupera su estilo más identificable para filmar con éxito pero sin sorpresas, una película sobre la búsqueda de la verdad pese a tener a todo un país en contra.