La primera vez que coincidí con el término ‘transgresivo’ fue en una pila de discos que amontonaba mi hermana en un rincón de su habitación. El CD era de un grupo del que no había oído nada, o casi nada, sólo aquellas veces que me encerraba a estudiar y se escuchaban desde la otra habitación insultos y obscenidades melódicas. Ese grupo era Extremoduro y su vocalista un señor con la melena hasta los hombros. Años después, tras ocupar toda la memoria de mi MP3 con canciones como ‘La Hoguera’ o ‘Romperás’; en unos de mis viajes rutinarios a FNAC, me topé con una edición que repasaba toda su carrera: Extremoduro: De profundis. La historia autorizada bajo el puño y letra de un excepcional documentalista como es Javier Menéndez Florez.
Dichas páginas mostraban diferentes opiniones de cantautores reconocidos sobre lo que era la transgresión y, de todas ellas, hubo una que llamó extremadamente mi atención. El mismísimo Joaquín Sabina, en una entrevista otorgada a Menéndez, exponía lo siguiente: «A mí me gusta mucho Henry Miller y es por ello que siempre he querido meter palabras obscenas en mis letras y que sonara con naturalidad, y casi nunca lo he conseguido. He fracasado por completo en eso». Que uno de los letristas españoles más sonados durante el siglo XX mostrase una envidia sana al trabajo de grupos como Extremoduro, muestra que la transgresión no es únicamente lo que no queremos oír, sino que también es lo que debemos escuchar y nadie nos dice.
En Ciudad Real, en 2016, tres amigos decidieron unir sus habilidades musicales para crear un grupo que, a mi parecer, es tan transgresivo y distinto que duele de la risa. Bajo el nombre de Sugarcrush; Kike (batería), Carlos (bajo) y Juanjo (voz y guitarra) decidieron conformar algo que posteriormente definirían como el ‘Trans-Yeyé’, una mezcla de pop, rock y punk con letras absurdas y desternillantes que evocan a un verano con No me pises que llevo chanclas en la radio.
El ‘Trans-Yeyé’, o como lo definiría yo: el punk/pop/rock alternativo de corte transgresivo (pues catalogarlo en un sólo adjetivo cuesta) llegó en 2017 con su primer disco: Vacaciones en la Tierra; un álbum compuesto por 7 canciones satíricas, con letras que en algunos casos resultan absurdas, pero que encajan tan bien que las risas están aseguradas.
Desde una pareja punki delicuente que «Secuestra al cantante de Maná», a romper nuestros recuerdos infantiles con «Dentro de Don Pinpón había un señor mayor» o narrar una ruptura sentimental que más parece una liberación que otra cosa «Sólo sé que ahora soy feliz, me tenías hasta el rabo«; vemos que la intención de estos tres músicos no radica en sonar melódicamente a Pucho de Vetusta y sí en asemejarse a un mix de Ángel Garó y Evaristo Páramos. Versos con la acidez de los Peta Zetas y sin pelos en la lengua que recuerdan a Los Punsetes, pero que están uno o dos pisos más abajo en el panorama under.
Aunque no sería hasta el año pasado, con la salida de su segundo álbum Discazo (cuyos temas le hacen honor al nombre) donde se vería una mayor explosión del trans-yeyismo. Con algunas remasterizaciones de temas antiguos (Espinete o El Verano) y otros temazos nuevos: Tu Opinión (inspirada totalmente en la Opinión de mierda de los Punsetes), Puñalada Trapera (un homenaje al punk español) o Tío Mierda (la descripción con la que muchos nos sentiremos identificados). Vemos una ola gigantesca de Frigopies y casetes de Minoría Absoluta desparramándose por los bordes de una mesa en la que imperan los platos esenciales de IZAL o Carlos Sadness.
Si me tuviese que quedar con una canción de toda la discografía de los Sugarcrush, sería, sin duda alguna, con el cuarto tema de este álbum. Titulado como Los Festis, en él percibimos la esencia natural de estos ciudarrealeños, quizás el tema con el que más personas se mostrarían disconformes.
«Modernismo absurdo por aquí, postureo máximo en el FIB. Todos son una mierda: Lori Meyers; Todos son una mierda: Sidonie; Todos son una mierda: Love of Lesbian. Una gran mierda«. Con esta declaración de intenciones y mencionando uno a uno a los grupos que están en las tendencias de lo alternativo, Carlos, Juanjo y Kike dan un golpe sobre la mesa.
Como ya he dicho antes, lo transgresivo a veces expone lo que no queremos oír y, en este caso, Sugarcrush lo hace desde una invectiva humorística que no se ha de tomar muy en serio, pero oye, que su razón tienen (y la razón de muchos). Robe Iniesta (vocalista de Extremoduro) escribió: «Me enervan los que no tienen dudas y aquellos que se aferran a sus ideales sobre los de cualquiera«. El inmovilismo, el pensar que todo lo que escuchamos es bueno y no deberían existir opiniones contrarias en mentes ajenas es quizás el mayor obstáculo de una apertura mental que creemos poseer. Este cuarto tema es medicina para un ejercicio tan complejo y sano como es el de no tomarse la vida muy a pecho.
Se podría decir que Sugarcrush lleva por bandera el mantra de «ríete, que te mueres». Y cuánta razón. Ansío que crezcan mucho más, cruzármelos en el FIB o el Arenal, con mi camiseta de 1999 enfundada y dejarme la voz al grito de que todos son una mierda, incluso los Sugar.