La última semana de la octava edición del Americana Film Festival ha culminado este domingo 14 de marzo con el buen sabor de boca al que ya nos acostumbra este evento. Una segunda oleada fílmica que, entre la controversia y la emoción a flor de piel, nos ha tenido aún más pegados a las pantallas de casa.
Sabores agridulces, con historias realmente tristes y actos poéticos de un riesgo brutal se han abierto en canal para los espectadores dejando claro que el cine proveniente de más allá del otro lado del charco y fuera de las grandes producciones de LA también tiene cosas que decir. Desde la Patagonia hasta el borde más lejano de Alaska, se ha demostrado una vez más que la vertiente independiente del nuevo mundo tiene voz y nada que envidiarle al cine de autor europeo. Riesgos que se agradecen.
SECCIÓN OFICIAL.
The Killing of Two Lovers: crisis matrimoniales en 4:3
Hablar de crisis de pareja en el cine es hablar de Hoffman y Streep luchando a mansalva por su hijo Billy; o de Driver y Johansson dejándonos exhaustos en una escena donde la tensión se podía cortar con cuchillo en Marriage Story. Quizás el mayor riesgo de hacer un drama de pareja en 2020, desde una posición no cubierta por los grandes estudios, es que las expectativas ya son muy bajas con tantos pelotazos que parecen inalcanzables, pero Robert Machoian defiende lo suyo con garras y dientes.
Bajo los cortes resucitados del 4:3, la primera imagen atrae la atención del espectador: un hombre apunta con un revólver a una pareja con la que comparte cama. Una escena desgarradoramente brutal que da paso a una vorágine de encuentros y desencuentros de unos padres de familia en vías de divorcio.
Ambientada en los paisajes montañosos de Utah, localización que le hace un gran favor a la fotografía de Oscar Ignacio Jiménez (de lo mejor sin duda), ya desde el primer plano, The Killing of Two Lovers demuestra que es un producto inteligente que sabe que le vas a echar un ojo sí o sí, sin quizás corroborar del todo que la fórmula de los primeros minutos termine de funcionar en los 80 minutos que le restan.
Sensaciones agridulces, pero admiración total a un guion que con tan sólo dos páginas de lectura ya te introduce en esta historia de desengaños. No me niego a confirmar que su éxito en sendos festivales es más que justificado.
Summertime: oda poética a un día de verano
Cuando hablamos de nuevas formas de expresión en el cine, se nos vienen muchos ejemplos a la cabeza bajo el nombre de Malick, Tarkovski u otras leyendas. Pero actualmente, este riesgo se queda tan alejado de nuestro cine joven que parece que cualquier exposición alternativa que se tome es un paso al vacío, cuando se debería admirar su valentía.
Y en este lugar cabe la obra de Carlos López Estrada, director mexicano que en Summertime nos cuenta la rutina de varios ciudadanos autóctonos de Los Ángeles, que mediante un recital lírico con una narrativa denominada como spoken word, nos sumergen en las costas californianas y en las distintas vidas que llenan esta ciudad tan reputada durante 24 horas del verano.
El guion cuenta con la participación de Dave Harris, el cual se basó en los microrrelatos de 25 estudiantes de secundaria, quienes aportaron sus miradas sobre la ciudad culmen del cine donde se han roto tantos sueños y la inflación ya es más que un hecho. Un choque explosivo de rincones, de colores y de versos bellísimos con los que no puedo prometer una satisfacción absoluta, pero sí una experiencia diferente y, en cualquier caso, representativa. ¡Vivan los riesgos, viva el cine y viva la poesía de la calle, escrita por gente de la calle!
Sweet Thing: una infancia de soledad
Alexandre Rockwell y su familia volvieron a las andadas en 2020 con esta nueva cinta que es otro regreso a las raíces del cine independiente americano. Siempre que nos enteramos de que este director tiene entre manos nuevos proyectos, sabemos de sobra que la quietud temporal de su filmografía va a ser una ola de nostalgia ante la época dorada de grandes autores sin recursos: desde Cassavettes, pasando por Jarmusch, a Vincent Gallo. Es así que acompañado de sus hijos, Lana y Nico Rockwell, y su esposa, Karyn Parsons, Alexandre habla del abandono y los malos tratos a los que siguen enfrentándose una infancia confusa y perdida.
Tras Little Feet, obra de éxito donde sus dos pequeños acompañaban al mismo Rockwell por las calles de Los Ángeles, ahora dicho cineasta se ha querido meter en las entrañas de esta misma edad desde un punto de vista menos curioso y más rudo.
El alcohol, los golpes y los gritos dejan paso a lo que se transforma en una walk movie con briznas de Permanent Vacation de Jarmusch, en huida hacia lugares lejanos e inexplorados, con la distancia de seguridad insuficiente mediante la que sus protagonistas no quieren dejar de ser niños.
Obra triste y cruda que recuerda que esta masacre de traumas en la primera etapa de la vida continúa existiendo en la década de los 2020 y que no es algo que se quedase desfasado en las bobinas de los 70 y 80. Nos sigue quedando mucho camino por delante.
Lapsis: rutas cibernéticas de senderismo
Este filme nominado a mejor guion de ópera prima en los Spirit Awards tiene más que admitido su puesto. La historia escrita y dirigida por Noah Hutton nos traslada a un futuro cercano y casi distópico donde el trabajo que prima se fundamenta en conectar diferentes fuentes de computación cuántica (lo último en tecnología) que se reparten por la naturaleza. Es aquí donde nuestro protagonista, Ray, con tal de pagar el costoso tratamiento de su hermano enfermo, decide ponerse las botas campestres y lanzarse a estas rutas salvajes para conseguir fondos.
Estilo cuasi cyberpunk de casi dos horas, que pierde mucho en la ejecución sin aprovechar tan bien la idea que contiene, que es maravillosa. Un mundo interesante con dos ideas tan separadas de sí mismas que generan contrastes curiosos a la hora de analizar su fotografía.
Con detalles simbólicos muy bien metidos, la crítica de Hutton hacia el sistema capitalista es brutal. Los trabajos temporales y precarios, un mundo multiconectado en desconexión que cada vez se abre más paso e incluso un espacio para las pseudoterapias y los engañabobos; se dan lugar en esta ópera prima que acaba con un clímax bastante vacío sustancialmente. Una obra naif en su realización, pero un portento en su expresión y reivindicación.
SECCIÓN DISCOVERIES Y OTRAS RECOMENDACIONES
Para finalizar esta serie de artículos, no se nos pueden pasar las películas que han regresado en este festival. Largometrajes de la década pasada, de gran cabida y que son más que recomendables.
Beast beast: Danny Madden nos engaña con lo que parece ser una coming of age que acaba tiñéndose en un relato sanguinolento, sirviendo como invectiva al uso de las armas en Estados Unidos. Duro largometraje que levanta ampollas y que en algunos tercios de la crítica estadounidense no ha gustado por su manera tan bruta de tratar esta problemática. Muy similar a Tenemos que hablar de Kevin.
The Retrieval: primero de los éxitos interpretativos de Ashton Sanders, quien lo petó con Moonlight y aparece en la multinominada Judas and The Black Messiah. Relato de la Guerra Civil norteamericana muy emotivo. Narrando la historia de dos esclavos que tendrán que buscar a otro hombre con una gran recompensa por su cabeza.
Sylvio: ganadora al premio del público en el Americana de 2018. Esta pieza fílmica es la única nacida en el formato ya extinto de Vine. Sylvio es un personaje creado por Albert Birney, un gorila que sueña con triunfar con su espectáculo de marionetas sin saber que el éxito a veces procede de lo que no apasiona. Sobre cómo se pierden las aspiraciones y los sueños con tal de conseguir fama y reputación.
The Heart Machine: película del 2014 que toma aun más sentido con las circunstancias actuales de la pandemia. El amor a través de Skype, el amor a distancia que realmente no se separa por los kilómetros que creemos que equidistan. Una extraña poética conmovedora y cerquísima al cine romántico de autor.