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‘Titane’: cuando ser peculiar no te hace único

Titane se presenta como la historia de un joven con la cara magullada que es descubierto en un aeropuerto. Dice llamarse Adrien Legrand, un niño que desapareció hace 10 años. Para su padre, Vincent, esto supone el final de una larga pesadilla y lo lleva a casa. Simultáneamente, se suceden una serie de horribles asesinatos.

Titane no sólo parte con una sinopsis atractiva, sino que viene de alzarse con el Premio del Público en el Festival de Toronto y con la Palma de Oro a Mejor Película en el pasado Festival de Cannes.

De hecho, Julia Ducournau se ganó el cerebro, corazón y admiración de muchas de nosotras gracias a esa maravilla que es Grave (2016), su ópera prima. Una cinta en la que tenía muy claro lo que quería transmitir y cómo hacerlo. Por esta razón, andábamos ávidas de su segunda película y cuál ha sido nuestra sorpresa y decepción al ver que la Ducournau que nos había conquistado se ha quedado diluida.

Grave (2016)

En Titane, la directora pasa de puntillas sobre los temas que trata de una forma vaga y hasta infantiloide, sin profundizar. Por estas mismas razones no entendemos por qué se la tilda como la revolución del cine fantástico. Quizá sea porque a día de hoy la sociedad está (estamos) tan sedada y seducida por argumentos negacioncitas y acientíficos que el concepto de revolución ha quedado reducido a combinar rayas con cuadros.

Bien es cierto que Titane tiene algunos argumentos valiosos, pero también es verdad que los desarrolla poco, se distrae o no los explora correctamente. Extraña y mucho no encontrarle a la protagonista una motivación, aunque quizá sí un conflicto, el cual empieza con su padre pero que está apenas hilvanado y pronto se deshace y olvida.

Y lo peor es que el componente perturbador de la cinta está como mero adorno y no tiene un simbolismo justificable. No se ve un claro detonante en el personaje que interpreta de forma maravillosa Agathe Rousselle como para aludir a un elemento tan resistente como el titanio.

La fotografía es en muchas ocasiones mención especial en una película para mentar algo positivo de la misma y, en este caso no es sólo un acto de benevolencia, sino que realmente merece ser destacado el trabajo de Ruben Impens haciendo bello y atractivo lo feo.

No solo la foto fija, sino también el movimiento de cámara que nos lleva por un ambiente enrarecido y cargado de testosterona. Al igual que también hay que destacar cómo la directora habla sobre la explotación, degradación y el culto al cuerpo; un culto al cuerpo insano y a golpe de químicos y medicamentos.

Esto es de lo poco que se deja bien retratado de principio a fin. Ahí percibimos también que se quiere hablar de una protagonista aparentemente tan sólida como el titanio, pero a la vez maleable y cambiante.

En definitiva, Titane solo consigue ponernos la miel en los labios y es muy frustrante atisbar la gran película que podría haber sido. Lamentablemente, se queda en un llamativo anuncio de perfume bien interpretado, jugando a ser transgresor sin serlo.

Nos quedamos deseando que para su próxima cinta, Ducournau recupere la claridad de ideas que tuvo en Grave y nos vuelva a dar una historia impactante, y no sólo a nivel visual.

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