Si hay algo que ha encantado siempre al mundo del cine, y sobre la que versan gran parte de sus historias, son los diferentes acontecimientos que tienen lugar en su día a día. Con una especie de fascinación hipnótica, existe una imagen en la memoria colectiva sobre un espacio “de fantasía” donde todos tus sueños se pueden hacer realidad y puedes llegar al estrellato, te dediques a lo que te dediques. Hollywood es para los triunfadores y, como ya demostró Damien Chazelle, no solo de quimeras se puede vivir en ese mundo de tiburones.
Bajo esta premisa clara se nos presenta The Beta Test, el nuevo filme de Jim Cummings, conocido por otros títulos como Thunder, Krisha y El lobo de Snow Hollow. En él, Cummings recoge todas sus dotes cómicas para reflejar, dirigir y personificar a un personaje repugnante que reúne todo lo malo de la sociedad hollywoodiense: la ambición excesiva, la apariencia, el sexo como obsesión y las adicciones.

De hecho, es muy curioso descubrir cómo esta película se va “abriendo” poco a poco desde su inicio, en el que un agente de Hollywood (protagonizado por el propio Jim) a punto de casarse, recibe una misteriosa carta para un encuentro sexual anónimo. Esto lo llevará a indagar más en esta incógnita hasta involucrarse en un mundo siniestro, donde las mentiras, la infidelidad y los datos digitales son los protagonistas.
Es por esta premisa tan interesante que te ponen sobre la mesa durante los primeros 20 minutos por lo que el desarrollo es un poco decepcionante a medida que vas descubriendo más de la historia. La atmósfera consigue, de forma muy efectiva, incomodar al espectador con una quietud única, pero las situaciones que suceden no resultan verosímiles para nadie, ni siquiera de forma «irónica», lo que hace que la narrativa pierda toda la lógica inicial.

¿El objetivo? Acompañar la evolución de su protagonista (cuya fachada cada vez se va derrumbando más). Para ello, el inicio te introduce en el misterio de forma muy intensa, y, por desgracia, el final te expulsa con fuerza hacia un sinsentido que no se entiende ni dentro de la locura. Además, tiende muchos puentes que pueden resultar interesantes (como el de las redes sociales, el uso de datos de terceros, etc.), pero no llega a resolver ninguno.
Todo esto resulta una pena, ya que la actuación de su protagonista, el propio Jim Cummings, resulta fascinante hasta el punto de llegar a mimetizarse con la personalidad del protagonista. Pero, queriendo aspirar a ser una mezcla medida entre comedia, thriller y terror no llega al objetivo de ser ninguna en concreto. Una historia de Hollywood que, en lugar de brillar, se queda a medio gas.