El duelo es un proceso universal que a todo ser humano (y no tan humano) le llega en el momento más inesperado de su vida. Para algunos, la adultez es su caso, para otros, ni al alcanzar los 10 años de vida. Siguiendo esa idea, con un coche deteriorado y tres niños jugando dentro, Carla Simón establece una premisa tan sencilla y a la vez tan compleja: una grúa se lleva el coche y estos pequeños quedan desamparados en el terrizo.
Tres niños que lloran a sus padres la pérdida de una chatarra que era para ellos su fortín. «De esto va la cosa», anuncia Carla, y es sólo con su primer plano que demuestra que la pérdida de lo más nimio hasta lo más relevante conforma un duelo. Sea un familiar, un coche desgastado o las tierras que te vieron crecer, el duelo se liga a lo que es relevante para nosotros y, en cualquier caso, nos podemos conceder eso.
Como concesión propia, y para hablar de Alcarràs de Carla Simón, vamos a evitar por todos los medios destapar más sinopsis y datos relevantes de la obra, porque realmente creemos que es digna de ser recibida íntegra. Así que vamos a dirigirnos en dirección paralela a analizar su sentido fílmico y su carácter político y emocional.
La ganadora del Oso de Oro en la Berlinale es una obra que consta de una dirección de fotografía a cargo de Daniela Cajías, DP encargada de otros proyectos como Las niñas (Pilar Palomero, 2020). Esta directora tiene un ejercicio peculiar a la hora de poner la cámara y, tal como Carla ha comentado, tiene un sentido propio: la acción ocurre en las personas y es por ello que el objetivo debe ir a ellas. Es así como los planos se dirigen a las arrugas de un abuelo, a las trenzas de una niña que vive en la era Tiktok o al cuello quemado de un padre cansado de trabajar la tierra.
Aportanto un intimismo y una cercanía que se asemeja a trabajos como los de Claire Denis o David Lowery, la fotografía es una parte fundamental para comprender la coralidad de la familia, de los espectros que maneja un espacio tan relevante como la tierra y de cómo, en cómputo global, Alcarràs es una ensoñación que en parte procede de la nostalgia.
Un trabajo que también le corresponde al departamento de edición, a cargo de Ana Pfaff, cuyos cortes a escenas aisladas de situaciones concretas terminan por ensamblar un sentido común que aúna familia y dignidad obrera bajo un mismo orden.
El orden que establece el guion, que a su vez nace de la tragedia de la pérdida en su propia escritora, también contiene una solidez narrativa que sabe usar los recursos, donde se excluye la improvisación para dejar paso a la repetición; y donde la especificidad de la historia pasa a convertirse en universal.
Con rastros políticos y de inmigración, buscando siempre el campo y el fruto como late motiv que activa el conflicto. Con un marcado y confirmado influyente como es el del Neorrealismo Italiano, el guion describe una paradoja también entre la realidad y la ficción.
Subrayamos este aspecto del guion, ya que como dijo Carla en la rueda de prensa: «El guion dejaba poco espacio a la realidad, ya que se ceñía a la ficción, pero aún así la ficción y la realidad se difuminaban por el buen trabajo del cast» y es que todo el elenco pertenece a los alrededores del set de grabación.
Jordi Pujol, Anna Otin, Xènia Roset, Ainet Jounou, Josep Abad o Carles Cabós son algunos de los nombres que conforman esta familia que brilla con luz propia. Sin conocerse, acudiendo a sesiones en privado con Carla y el equipo, hasta llegar a la ubicación de la grabación todos juntos y desarrollar una interacción como la de tu familia contigo los domingos de paella.
La química entre estos intérpretes es única y su coralidad como grupo, mágica. Que todos estos intérpretes vinieran del campo y la huerta sólo sirvió para acrecentar la veracidad y, como decíamos antes, el realismo de una obra que se rige por un guion estricto. Un guion que al final desaparece para hacer de la lente una lupa.
Ampliando la realidad, aceptando la pérdida y entendiendo el arraigo de las cosas. Cosas ligadas a una dignidad y un sentir que sólo pueden entender las personas que atraviesen esos melocotonares, que crucen la cerca de lado a lado y que salten las verjas de un pie que oprime al que trabaja. Alcarràs es entender las fuerzas que confluyen entre el arraigo y la pérdida.
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