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Atlàntida Film Festival 2022: huir para resistir

Para este último artículo de nuestra cobertura de la duodécima edición del Atlàntida, hemos encontrado la maravillosa casualidad de que todas las películas —que nos traen hoy aquí— poseen un factor común que las conecta. Y es que en todas y cada una de ellas, sus protagonistas huyen de algo para encontrar algo. Y en ese algo reside el Atlàntida, que cada vez huye más de lo común para encontrar la resistencia de los eventos con este sello tan identitario.

Con este rotundo éxito de asistencia al evento al que han acudido 17.600 personas en físico y más de 135.000 por su formato online en Filmin, el festival organizado por el propio fundador de la plataforma de streaming española, Jaume Ripoll, ha hecho las siguientes declaraciones: «Después de dos años de limitaciones de aforo y restricciones en viajes internacionales, esta edición ha supuesto un reto de enorme complejidad que se ha saldado con un resultado histórico de público. La mejor de las noticias ha sido la diversidad de público y las ganas de descubrir títulos de Sección Oficial«.

No queremos volver a ser repetitivos, pero volviendo al tema: es tan relevante que el cine sea tanto de calidad como que sea alcanzable y lo que se ha logrado con todo esto es un mix de ambas cosas. Si bien ningún otro festival ha mantenido su sección oficial al completo en una plataforma, tampoco ha logrado que de esta, todos los títulos sean de reputados directores.

Esta viabilidad que huye de lo convencional y de lo comercial —ya que en otras plataformas todos los títulos de parrilla te costarían lo que te cuesta una suscripción mensual de Filmin con todos los títulos— hacen que la resistencia del Atlàntida sea inviolable. Sin más dilación, pasemos a las pelis.

Los secretos de mi padre: una huida hacia el recuerdo

La historia de Los secretos de mi padre (Vera Belmont, 2021) sigue las travesuras de dos hermanos jóvenes que intentan entender todo el dolor que aguarda su padre.

Empezamos con una película francesa dirigida por Vera Belmont cuya participación le supone su primer paso en el mundo de la animación. El largometraje sigue una historia real sobre una de las miles de familia que se vieron afectadas por uno de los eventos más oscuros de la historia reciente: el Holocausto. Un historia que acude a los pasos de lo que vivió el padre de una familia, quien no puede abandonar su pasado para continuar avanzando con la crianza de sus hijos.

Quizás no sea ni de lejos el estilo más personal que se haya visto, ni posea unas piruetas alucinantes en su dibujo, pero lo que podemos encontrar dentro de la historia adaptada de Vera es un relato que no solo no es común —pues a parte de retratar el dolor de las víctimas, también describe el estrés del cuidador de las personas que les rodean— al igual que tampoco es complaciente —ya que es consecuente con pequeños detalles de lo que significó la creación de Israel como estado, por ejemplo—. En definitiva, en este film se unen lo particular y lo maduro para hablar de huidas hacia al recuerdo, de huidas que muestran las dos caras de la memoria.

Brighton 4th: una huida hacia la familia

Levan Tediashvili es la cara visible en todo momento del largometraje. Su esencia como doble campeón olímpico se respeta en esta obra que habla de otras cosas como la inmigración y la dura vida en un país que sólo piensa en sí mismo.

Caben también dentro de este artículo otro tipo de huidas y hay personas que huyen por salvar a su familia. Este es el caso de Brighton 4th, película georgiana dirigida por Levan Koguashvili. En esta historia conocemos a Levan Tediashvili, un verdadero campeón olímpico —se ha hecho dos veces con el oro— que ya se ha retirado de la lucha libre profesional. Este se verá en el dilema de tener que abandonar el antiguo territorio soviético que le vio triunfar para viajar a Nueva York para ayudar a su hijo.

Una cinta que si bien parece leerse como una imposibilidad del sueño americano, no se cerciora en ningún momento de que está en suelo estadounidense —y esto es su mayor plus—. Y es que pudiendo haber lucido una devoción por lo yankee y el constructo de rodar en una gran ciudad, esta película no peca de aspiración de grandilocuencia, sino que sabe que lo suyo tiene que ser pequeño, porque cuenta una historia minúscula llena de enormes referentes.

Huyendo del tópico norteamericano —algo que va a hacer rabiar a más de uno— y por su hijo, en esta cinta —que es una de las gratas sorpresas de esta edición— vemos la carrera a contrarreloj de un padre desesperado, que también sirve como epopeya de una familia inmigrante —o de muchas—.

La travesía: una huida hacia la libertad

La animación La travesía (Florence Miailhe, 2021) inscribe una denuncia social que muestra la realidad de los refugiados ante un mundo totalmente belicista

Es común —y más de lo que nos gustaría— encontrar a grupos de personas que tienen que abandonar su hogar por motivos bélicos o catastróficos. En estas huidas reside también la travesía que recorren Kyona y Adriel, dos hermanos que protagonizan la nueva película de la cineasta Florence Miailhe. Separados de su familia durante un saqueo en su pueblo y cruzando paisajes salvajes para volver a reencontrarse con estos, ambos hermanos tienen que afrontar la nueva realidad que supone el mundo en el que viven.

Una realidad que Miailhe retrata a la perfección con su dibujo vanguardista. Pinceladas sobre la pantalla muestran la capacidad de esta directora de impregnar el mundo real mediante su vida interior como cineasta. Las acuarelas son esenciales a lo largo de los vastos paisajes, mientras que los trazos más finos crean a sus protagonistas, principales mártires de un destino que se desentiende de ellos y en el que no parece haber más hueco para el dolor. Ansiando su tan esperada libertad, esta huida es una animación que escupe la verdad a la cara del que la ve.

As Far as I Can Walk: y una huida hacia el amor

Los dos protagonistas de esta historia de amor dirigida por Stefan Arsenijevic muestran una naturalidad y una química desbordantes

Por último, cabe destacar que muchas de las huidas que han protagonizado la historia del cine tenían que ver con el amor. Si hablásemos de Ilsa y Rick de Casablanca quizás esta película tendría un toque similar en su tono, pues en medio de un conflicto, Stefan Arsenijevic escribe y dirige una historia de amor en el que la inmigración y Europa son los principales escenarios. Strahinja y Ababuo son dos chicos africanos que residen en un campo de refugiados en Serbia. Esta pareja de casados va a conseguir el permiso de residencia europea, pero un extraño evento trastocará su relación de la noche a la mañana y sus caminos se separarán.

La película es una recreación de la epopeya poética serbia basada en la historia de Strahinja Banović, un antiguo noble de la ficción popular que busca a su amada tras su secuestro en la guerra de Kosovo. Partiendo de esta misma base, el chico de la pareja —interpretado por un enorme Ibrahim Koma— tendrá que poner en peligro su bienestar, saltándose todas las reglas, para encontrar a su desaparecida amada.

Una historia que sirve como walk movie en clave de denuncia social ante una situación que sigue siendo tan exasperante como la crisis de refugiados en las fronteras de Europa del Este. Desde la revista, pensamos que este es uno de los títulos más potentes de esta edición y su selección en los EFA (European Film Academy) de este año solo lo confirma. Si tenéis la oportunidad de verla, no lo dudéis ni un segundo.

Y con este artículo concluimos la cobertura de la duodécima edición del Atlàntida Mallorca Film Festival. Un año cargado de nuevos títulos y presencia híbrida que han hecho que la comodidad del evento se haya amplificado hasta no tener fronteras. Esperamos que nos leáis el año que viene también y veros por esta travesía de la que estamos encantados de formar parte.

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