La feliz madurez de Quique González conquista Barcelona
Cuando llegamos a la Sala Apolo, el recinto estaba medio vacío. Cerca del lugar que elegimos, encontramos a un hombre que posiblemente superaba con facilidad los 40 años y junto a él, dos chicos, por encima de la veintena a duras penas, que apuraban sus copas visiblemente excitados mientras esperaban que sus relojes indicaran las nueve de la noche y que el show estaba a punto de comenzar