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‘La modista’: tejido de locura made in Australia

Australia es un país de contrastes, donde las tierras áridas y la naturaleza se comprometen en un mismo ecosistema, que envuelve, de forma especial, a cada uno de sus habitantes. Y esto les hace muy diferentes del resto del mundo. De este patrón está cortada La modista, la nueva película de la directora Jocelyn Moorhouse que, tras nueve años fuera de la dirección, vuelve con una historia sobre la venganza, la familia y la moda.

Como adaptación de la novela de Rosalie Ham, la película nos cuenta el regreso de Tilly Dunnage a su ciudad natal. Tras trabajar durante muchos años en grandes casas de moda, la joven revolucionará al pueblo tanto por su estilo atrevido, como por su actitud ante los pueblerinos. Y al mismo tiempo, comenzará a investigar un suceso que la ha perseguido desde su niñez.

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Debido a la mezcla estrambótica de géneros, la película se convierte en un galimatías complicado de seguir y, sobre todo, de comprender. Es esta misma mezcla y la continua sensación de acción la que la convierte en un filme entretenido y que mantiene la atención del espectador hasta el final. Su directora convierte La modista en un lienzo donde se entremezclan el romance, la comedia y el thriller aunque de forma poco clara. El conjunto fílmico sin duda es salvado por sus protagonistas. En el papel principal, una Kate Winslet (A Little Chaos, Divergente, Steve Jobs, Un dios salvaje), al mismo tiempo, sensual y feroz. Como complemento perfecto, y aunque en un papel de secundaria, cabe destacar la actuación de Judy Davis (El foco de la tempestad, A Roma con amor, Dark Blood) en el papel de la madre (no tan) loca de Tilly.

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A cambio de una escasez de lógica del guión, nos enriquecemos con una fotografía de Donald McAlpine (Moulin Rouge!, Romeo+Julieta) que potencia la belleza de la tierra australiana, dentro de un paisaje que poco tiene de florido. Además, cuenta con la capacidad de jugar con distintos planos, especialmente los ambiente, y con los colores: de forma general muy brillantes y lúcidos, como la propia protagonista. Acompaña un vestuario del estilo de los cincuenta que, en muchos momentos, rememora a grandes personajes como Rita Hayworth en Gilda o la bella Anita Ekberg en La Dolce Vita.

De esta forma, la película se recrea tanto en la locura gratuita que abandona la lógica hasta el punto de perder el total sentido en muchas de las partes. No te aburre, pero tampoco toca ninguna de tus fibras sensibles. Disfrutable para aquellos amantes del cine fuera de los estándares normales. Pero sobro todo para aquellos indecisos que no saben qué género les apetece más ese día: vean La modista. Ella ya los recoge todos.

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