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Crítica de ‘Manic’ de Halsey

Halsey publicó Manic el 17 de enero de 2020, tres años después de su último disco Hopeless Fountain Kingdom y después de colaboraciones de éxito como Eastside o su mayor hit hasta la fecha, Without Me. A menudo, se ha descrito a la artista estadounidense como un error en el sistema, una estrella del pop que se preocupa más por expresar lo que siente y piensa en sus letras que ganar Grammys o premios MTV. Sin embargo, con Manic, parece que Halsey ha conseguido llevar este lema al siguiente nivel y traspasar la última frontera, revelándonos partes de ella que hasta ahora solo conocían sus seres queridos, y además dejándonos un bonito disco por el camino.

No es ningún secreto que Halsey esté diagnosticada con trastorno bipolar. Ella misma ha hecho un vídeo explicativo con una psicóloga sobre el tema para informar a su público sobre esta enfermedad mental y, sobre todo, a sus fans más jóvenes para que deje de ser un tabú. El título del disco, por tanto, no es para nada algo casual.

La artista ha declarado haber estado en un episodio maníaco durante el proceso de creación de este proyecto y ha explicado que, al sentarse a componer este disco, quería expresar lo que se siente cuando se está en ese estado y la gran variedad de emociones, tipos de energía y pensamientos por los que se puede pasar en esos momentos.

Sin embargo, sumergirse en este disco es eso y mucho más, es emprender una travesía por una variada colección de momentos y experiencias muy específicas que Halsey considera que la han ayudado a ser la persona que es hoy en día. Nos regala, por tanto, no solo las canciones sobre relaciones románticas que se espera de un disco de una estrella del pop, sino temas sobre el placer, la maternidad, la salud mental y, finalmente, el autoconocimiento y el amor propio. Con el propósito de que esta crítica no se alargue más de lo que debería, no repasaré la playlist canción por canción, pero os invito fervientemente a escuchar el disco en orden y de una, porque el viaje en el que te embarca, de verdad, merece la pena.

A nivel acústico, tampoco es que haya dado un giro de 180 grados a su sonido, el género electropop sigue estando ahí, latente y muy presente, sobre todo en temas como Without Me, killing boys, Graveyard o Still Learning. Sin embargo, sí que nos ha dejado ver una faceta mucho más intimista con temas como Ashley, clementine o Forever… is a long time, donde juega a ser un poco más creativa tanto con la estructura de la canción en sí, como con los recursos que utiliza, adentrándonos poco a poco en su mundo interior.

Ashley (primera canción del disco y nombre real de la artista) es una declaración de intenciones, la confesión de cómo esa persona que se creó y a la que va ligada gran parte de su éxito no es su verdadero yo, pero, al haber decidido escuchar este disco, estamos a punto de conocerla de verdad. Sin embargo, también es una advertencia: el hecho de que haya conseguido vaciarse emocional y psicológicamente en este disco, no significa que pueda hacerlo otra vez.

De ahí los extraños sonidos iniciales que unos podrían ver como una sonda extraterrestre enviando una serie de transmisiones cifradas a la Tierra y otros como una extraña señal de alerta que se acerca cada vez más. Genial el detalle de terminar la canción con un extracto de Olvídate de mí:

«Too many guys think I’m a concept

Or I complete them or I’m going to ‘Make them alive’

But I’m just a fucked up girl

Who’s looking for my own peace of mind

Don’t assign me yours»

clementine es la segunda canción y probablemente, una de las canciones más minimalistas del disco. Es una pequeña nana que nos mece casi sin darnos cuenta. Con su leimotiv formado únicamente por un puñado de notas, da la sensación de que Halsey nos hablara desde la calma, mientras nos meciéramos en un caballito de madera, hacia delante, y hacia atrás, hacia delante, y hacia atrás.

Y es desde esa atmósfera, donde la artista nos narra todas las vicisitudes por las que pasa su mente, con juegos de palabras simples pero eficientes, describiendo esos sube y baja donde a veces se siente en la cima del mundo y otras cae en una crisis nerviosa. Tal y como decíamos, todo en esta canción grita “minimalista”, tanto que donde en una canción tradicional se tendría un estribillo con una instrumental potente o una percusión más intensa, Halsey opta por introducir otro sample de su voz gritando a los cuatro vientos que no necesita a nadie, solo necesita a todo el mundo y a algunos más.

Esta es una muestra, por cierto, de la forma de escribir de Halsey. Son letras aparentemente sencillas, con rimas fáciles de recordar, pero si se dedica tiempo a reflexionar sobre ellas, se podrá ver que cada palabra está cuidadosamente seleccionada para un propósito individual y conjunto.  

Forever… (is a long time) es una de las canciones más cinematográficas del disco. El principio nos devuelve a ese mundo infantil en el que nos adentraba clementine y casi nos sentimos sumergidos en la atmósfera musical de lo que sería un nuevo día en una película Disney: los pájaros cantan, el sol brilla en el cielo y todo el mundo tiene una sonrisa en los labios.

Sin embargo, hacia la mitad de la pista, oímos los sonidos de los truenos que anuncian tormenta… Y el tema empieza a oscurecerse, tal y como un día de verano que empieza a tornarse gris, el piano nos lleva por una melodía taciturna y algo lóbrega. Entonces la oímos de nuevo, la alerta que ya sonó en Ashley, pero ahora con diferente instrumentación. La voz casi robótica de Halsey anuncia: “habla con tu hombre, dile que se avecinan malas noticias”. Y es entonces cuando llega el primero de los tres interludios del álbum.

Estos tres interludios son tan dispares como los tres artistas que realizan las colaboraciones: Dominic Fike, Alanis Morissette y Suga (de BTS). Los tres representan fuerzas muy importantes en la vida de Halsey: un pilar fraternal, uno relacionado con el empoderamiento femenino y otro relacionado con su lucha con una enfermedad mental y las mieles del éxito.

Como buenos interludios, los tres temas suponen un respiro para el oyente, ya que son completamente dispares a nivel acústico al resto de la playlist. En el caso de Dominic, unas veces parece que estemos escuchando una canción de los Beatles y otra de los Beach Boys. Sin embargo, en el caso del interludio de Alanis, es imposible no retrotraerse a los noventa y a los hits más sonados de la artista canadiense. Ya desde el principio, con ese grito de guerra y esa percusión tan característica.

Alanis Morissette tuvo una gran influencia en la adolescencia de Halsey, al igual que en la de muchas mujeres que ahora ya son adultas. En el disco, Morissette es casi como un ente espiritual que representa a todas las mujeres poderosas en la vida de la artista que la han ayudado a sentirse una mujer empoderada, en control de su sexualidad y su carrera profesional.

Por su lado, Suga es uno de los dos miembros de BTS que ha hablado públicamente varias veces sobre la depresión que ha sufrido durante años e incluso ha compuesto canciones sobre ello, así que su colaboración con Halsey, aunque pueda resultar extraña para algunos, es una pieza que encaja a la perfección en este disco.

El escape acústico de este tema no podría ser más del estilo de Suga: el piano como instrumento central, las estrofas rapeadas casi en un susurro, los estallidos de coros a lo largo del estribillo para dar tensión o el sample vocal sintetizado que inicia el tema como si de un instrumento más se tratase, son algunos de los recursos favoritos de BTS y Suga en concreto.

More es otro de los temas que me gustaría destacar por el significado que yace tras él. Lo que empieza siendo una típica balada romántica, comienza a revelarse poco a poco a través de su letra y, posteriormente, en su escape acústico como un canto a la maternidad, al deseo de ser madre.

La verdad es que, con este tema, Halsey consigue sumergirnos en la montaña rusa de emociones que ha atravesado desde que le dijeran que la maternidad no era una opción para ella hasta que finalmente, tras el cambio de algunos hábitos, le informasen de que había una posibilidad.

Así, empezamos en un vacío etéreo, casi sin instrumentación, solo una línea vocal constante que recuerda a la línea plana de un electrocardiograma y el vaivén de la voz de Halsey. A medida que la canción va avanzando, la instrumental va llenándose poco a poco y, a medio camino, aparecerá una especie de latido agudo y todavía débil.

Ya en la parte final del tema, se introduce un nuevo instrumento que recuerda a un móvil de cuna para acabar la canción con el estribillo cantado como se oiría desde el útero, con ese latido que oíamos antes muy débil, ahora sonando fuerte y sano. Si esa no es una canción especial, no sé qué lo es.

No obstante, he decidido acabar esta crítica con la que es para mí la canción del disco, Finally // beautiful stranger. No hay nada de extraordinario, ni inmensamente radical en su estructura o instrumentación, pero cuando esas guitarras empiezan a sonar y oyes esos acordes tan románticos y cálidos, lo sabes, esta será la canción que acabará convirtiéndose en un clásico, el tipo de canción que la gente cantará en los karaokes y las parejas acabarán pidiendo en el primer baile de su boda. Y es que no hay nada como una letra bien inspirada y los acordes adecuados para crear una canción inmortal.

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