La séptima temporada de The Walking Dead ha llegado a su fin y no faltan las voces que la catalogan de decepcionante. Se esperaba mucho de la batalla contra los salvadores o, lo que es lo mismo, del duelo de titanes entre Negan y Rick, líderes y antagonistas declarados. ¿Necesita cambiar y renovarse la serie de Greg Nicotero o, realmente, la emoción no ha hecho más que empezar?
El final de la T7, un orgasmo a medias
Hay que ser honestos: era muy complicado superar el cliffhanger que extasió a los fans de la serie de FOX en el desenlace de la temporada 6 con Negan eligiendo a sus víctimas mientras contoneaba a su inseparable y mortífera Lucille. Ni siquiera los propios actores sabían quiénes serían los que morirían a manos del sanguinario villano para así evitar filtraciones previas al estreno de la séptima temporada. Definitivamente, es difícil estar a la altura de eso.
Hemos presenciado un final amargo con el fallecimiento de uno de los protagonistas, aunque bien es cierto que no ha sido una muerte demasiado espectacular ni emotiva. También hemos probado el sabor de la traición proveniente de Jadis y su séquito, pero sobre todo por parte de Eugene, uno de los personajes con mayor profundidad y, por otra parte, el que más confundidos nos tiene a los espectadores. Y, además de todo ello, hemos rozado el éxtasis de la victoria viendo a Negan sudar y sufrir ante la unión y rebelión de varios de sus súbditos: la comunidad de Alexandría y el reino de Ezequiel.
Los ingredientes eran buenos, pero la espera a la gran batalla se había prolongado tanto a lo largo de la temporada que necesitábamos más. Más sangre, más vísceras, más muerte, más destrucción, más lágrimas, más espectáculo. Pero, en vez de todo ello, sentimos que nos hemos quedado igual. La lucha se aplaza de nuevo.
Y, ahora… ¿qué?
Situados en este punto, ¿qué esperamos de la temporada 8? El escenario actual es interesante porque la rabia, la tensión y las ansias de venganza sobrecargan el ambiente y los corazones de Rick y los suyos. Demasiadas pérdidas, demasiado dolor, demasiado odio hacia los salvadores. También asistimos al regreso de personajes muy potentes que han estado bastante ausentes en esta temporada, como Daryl, Carol y, sobre todo, Maggie. Además, la amenaza del enemigo común ha hecho que las jerarquías se difuminen, tejiéndose todo tipo de alianzas entre comunidades de distintos rangos. Los líderes conversan, negocian y colaboran porque lo único que importa es luchar o, mejor dicho, vencer.
Uno de los grandes enigmas es el destino de Negan, el mejor villano que ha pasado por The Walking Dead. Aunque otros antagonistas anteriores como El Gobernador le siguen de cerca, Negan tiene un carisma especial que hace que sea posible odiarlo y amarlo al mismo tiempo. De hecho, Jeffrey Dean Morgan, el actor que interpreta a Negan, ha declarado sentirse impresionado por la gran acogida que ha tenido su personaje en el fenómeno fan. Por eso, es inevitable que se abra el debate sobre si debe morir en la temporada 8, vengando así a los caídos del bando de Rick o, por el contrario, debe permanecer en la trama.
A pesar de su larga vida, The Walking Dead es una serie que ha sabido sortear el desgaste con la inclusión de personajes recurrentes a los que acabamos conociendo en profundidad. Nos identificamos con ellos y sentimos que sus objetivos y metas son también los nuestros. Quizá haya perdido adeptos por el camino, pero también ha intensificado el fervor de los muchos supervivientes que se han quedado. Habrá que esperar para saber si la octava temporada cumple las expectativas, pero antes podremos disfrutar de un aperitivo: la tercera temporada de su serie hermana, Fear The Walking Dead, que se estrena el 5 de junio.