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Fancine 2020 y la cultura segura

La segunda mitad del 30 Fancine finalizó el pasado jueves 19 de noviembre y los primeros pronósticos del festival denotan únicamente resultados positivos (y, por suerte, no de COVID). Ahora pasaremos a comentar otra de las cuatro películas de la parrilla que nos han enamorado, pero antes querríamos hacer un inciso para exponer nuestra satisfacción ante todas las malas noticias que se avecinaban a principios de la semana pasada.

Como bien expuso la gestora cultural Tecla Lumbreras en la gala de clausura: «Estamos ante una época convulsa en la que cultura es vital; ¿qué hubiéramos hecho durante el confinamiento sin las películas, las series, los libros o las visitas virtuales a los museos? Posiblemente nos hubiéramos dado un tiro«.

Pese a las circunstancias y como bien dijo Tecla en su discurso de despedida de este año, encaramos un cambio de siglo donde el mundo de los que ahora somos jóvenes no tiene nada que ver con el mundo de nuestros padres o abuelos. Pero si algo existe e interconecta estos escalones intergeneracionales es, sin duda alguna, el arte. La cultura como esencia y esencial.

Aún sin resultados generalizados, pero con la seguridad de lo responsable, este festival junto al pasado 23 Festival de Málaga o la decimoséptima edición del Festival de Sevilla, sólo ha demostrado lo que llevan reflejando las estadísticas de Sanidad desde el principio del desconfinamiento: un ratio de 0 contagios en las salas de cines. Un entorno que, con las restricciones y la responsabilidad individual, es de lo más seguros.

No sabemos qué terminará ocurriendo con el Ministerio de Cultura y con las salas que a día de hoy están cerradas a cal y canto. Se aproximan tiempos inseguros y posiblemente de pésimos augurios y es por ello que, parafraseando a Isabel Coixet en su discurso al recoger el Premio Nacional de Cinematografía, «pese a las incertidumbres, abraza la niebla»; la cultura no puede hacer nada más que abrazar la niebla y demostrar que la vida sigue, que el tiempo y las circunstancias no la detienen.

SCARE ME: La teatralización del miedo

El director novel Josh Ruben ha cerrado las votaciones a Sección Oficial de este 30 Fancine con su ópera prima de terror (o cuasi terror). Y es que esta cinta de 104 minutos es un ejercicio bastante original en el que el mundo del horror (aunque también se catalogaría como humor), pues sin recurrir a las fórmulas convencionales del género (jumpscares) logra reinventarse con una realización al estilo teatral. La fantasía arraigada a lo sobrenatural pasa a ser sutil, ensombrecida completamente por la realidad.

Fred (Josh Ruben), un escritor de terror fracasado, se marcha de retiro inspiracional a un conjunto de cabañas en plena sierra. En una noche de ventisca, la cual precede a un apagón, Fred recibe la visita de su vecina Fanny (Aya Cash), casualmente otra escritora de terror en ciernes. Para hacer más amena la noche, ambos deciden contarse historias de miedo y todo esto acaba en una noche con pizza, cervezas y mucha sangre.

Lo que más nos ha sorprendido de este film ha sido, sin dudarlo, el guión. Como bien expone Aya Cash en una escena donde se habla de la escritura: «La escritura y la lectura hacen al buen escritor«; y es así como Josh Ruben mediante referencias al género clásico de terror (Carpenter o King) pero también a otros temas, denota una calidad narrativa exquisita por las que dan ganas de tener el screenplay en las manos y leerlo hasta desgastarlo. Lo que nos presenta aquí este polifacético profesional es otra vuelta de tuerca con ideas frescas y que, obligatoriamente, te hacen echarle un ojo a todo lo que vaya desarrollando.

SPREE: Un mensaje muy mascado que se renueva técnicamente

Entre las películas que suscitaban más interés de esta edición se encontraba la protagonizada por el más que conocido Joe Keery (Steve en Stranger Things). Spree nos ubica en un presente carcomido por las redes sociales donde Kurt, un chico con un canal de streaming, hará todo lo posible por conseguir más de dos cifras de viewers. Es así como comienza a trabajar en Spree, una empresa tipo Cabify, donde aborda su plan desproporcionado que implica más de un crimen.

Es cierto que ya este año se han realizado producciones que indagan también en la influencia de los medios on line como la del reconocido Jan Komasa junto a Netflix (The Hater) y se han usado las ideas del asesino de Uber en el capítulo de Black Mirror: Smithereens. Así que en cuanto a ideas, Spree no es que aporte nada nuevo, pero donde radica su peculiaridad es en la forma, más que en el fondo.

A través de pantallas y cámaras de móviles, con Dash cams, sin el uso de un equipo muy preparado, Jeff Leeds Cohn y Eugene Kotlyarenko nos revelan una road movie de escala minimalista en el que los ojos del espectador se ubican siempre detrás de la tecnología, como un punto de mira indirecto.

Además, los comentarios de los propios viewers resultan un hándicap a reseñar, aunque una ardua tarea para los traductores, porque si algo hay en esta película es un ensamble de estímulos visuales y sonoros. Sin duda, la obra parece floja, pero tiene sus puntos fuertes y se aferra a ellos como un clavo ardiendo.

ARCHIVE: Despedidas artificiales

Otra de las óperas primas de este 30 Fancine ha sido esta reminiscencia de Ex Machina del director de arte Gavin Rothery. 2038: George Almore (Theo James) trabaja en un proyecto de robótica de vital relevancia. Superando aún el luto de su recientemente fallecida esposa (Stacy Martin), George buscará en sus habilidades mecánicas una vía de escape al shock, que sólo le hará regresar en un eterno retorno al recuerdo.

Quizás no encontremos tantas innovaciones, ni un cumplimiento a rajatabla de las leyes de la robótica, como es el caso de Alex Garland; si no que más bien vemos un desvío al aspecto emocional y empático de las IA y, en trasfondo, a una problemática que disiente de la ciencia ficción como núcleo.

En este caso,  apreciamos que el nudo de toda la cinta tiene un tinte más dramático, dejando el sci-fi en un segundo plano con muchas patas que cojean pero con una justificación, en su desenlace,  más que obvia a todas las incoherencias. Una  ópera prima puramente emocional donde caben el duelo y la pérdida, pero ni un ápice de resiliencia; preparad pañuelos, quien avisa no es traidor.

THE WAVE: A lo Donnie Darko pero con estupefacientes

La relatividad del tiempo ligada al destino fortuito ya ha sido utilizada repetidamente en el cine. Una de las obras que más impactó a principios de este siglo fue Donnie Darko y es innegable que esta película de Richard Kelly ha sido toda una referencia para sus predecesoras. En el caso de The Wave, conocemos a un empresario de seguros de vida cuya labor es la de catalogar fraudes. Tras conseguir un ascenso, nuestro protagonista y su compañero Jeff (Donald Faison) pasarán una noche de ligues y fiesta que culminará con la toma de una nueva droga descatalogada. A partir de entonces, Frank (Justin Long) viajará por olas psicodélicas a contrarreloj en busca de un destino nada esclarecedor.

El que hablemos de la obra de Kelly se debe a que la película que nos ocupa, dirigida por Gille Klabin, nos narra una historia en la que el tiempo y espacio son tan relativos que la facilidad para modificarlos es tan distintiva como la de estampar un reloj contra el suelo. En Donnie Darko, apreciábamos que todo el caos que traía consigo el conejo tenía un fin; en este corte, el móvil del caos es la droga y el fin, al igual que con Donnie: que todo se ajuste a como tiene que ser.

Definitivamente, el orden de las cosas, o como más bien definiría su guionista Carl W. Lucas: «Karma is a bitch» usa el tiempo a su merced para mandar un mensaje social y anticapitalista donde la desigualdad económica es un hecho. Sin duda, la cinta más fiel a la temática que acompaña al Festival de este año: Un contrarreloj que no escapa del tiempo.

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