Hay ciertas películas que cada generación asocia a momentos clave de su vida. Desde El rey león y Toy Story con la infancia más primigenia hasta el Casper de Devon Sawa como el primer crush, en el caso de los millenials -como una servidora-. Pero si hay un título que ha marcado e influido en una etapa tan trascendente como es la adolescencia, es Chicas malas (2004). En los 80 y 90 germinaron multitud de ‘películas de instituto’ que sentaron las bases -o los clichés- de este género tan adictivo. ¿Quién no se ha identificado con alguno de los miembros de The Breakfast Club (1985)? ¿Y quién no habría soñado vivir un romance de ensueño como Drew Barrymore en Never been kissed (1999)? Incluso, si retrocedemos algo más, ¿alguien no ha fantaseado entre los batidos de colores y los coches de los años 50 de Grease (1978) -aunque desde la óptica actual haya escenas que nos despierten algún escalofrío-? Y, sobre la base de estos cimientos, a principios de los 2000 llegaron a nuestras vidas …